Ir al contenido principal

Algunos libros

Cada día, te cuesta más trabajo hacer crítica literaria. Las fotos de Instagram te sirven de memoria para lo que lees. También algún tuit o algún pequeño comentario en las redes sociales. Pero a veces te quedas con ganas de dejar constancia de tus lecturas en otro lugar. Aunque sea una pequeña impresión de lectura. Antes lo hacías en el diario, y también durante un tiempo en lo que llamaste "microcríticas" en este blog. A partir de ahora, decides hacerlo aquí, sin orden, en medio de este nuevo recuento de los días.

Desde principio del año no has cesado de leer. Los días que estuviste en casa de baja, tras la operación de vesícula, los aprovechaste como si fuera el verano. Devoras libros uno detrás de otro, con ansia y placer. Algunos te tocan, otros te dejan algo más frío. Pero con todos disfrutas. Como lector y como escritor. Porque a veces te sumerges en la historia que lees y otras veces lees para encontrar soluciones, tonos, modos de hacer. Y tienes la sensación de que estás aprendiendo. Siempre. Cada vez que abres un libro.

La primera lectura del año es Nada que no sepas, de María Tena, el Premio Tusquets de 2018. Lo lees del tirón. Una historia que emociona. Un viaje al pasado en busca de algo que jamás se supo. Empatizas desde el primer momento. Bien contado, elegante, con el tono justo. Te gusta el uso de la primera persona. Nostálgica, evocadora. Pasan los días y sigues recordando los ambientes y las sensaciones. Esto es sobre todo lo que uno le pide a un libro. No sólo que lo haga disfrutar mientras pasa las páginas, sino que permanezca cuando se cierra y pasan los días. Y la historia que cuenta aquí María Tena tiene esa cualidad. La cualidad de las historias que importan, como las que afectan a nuestra vida. 

Después, aún en el hospital (te dejan allí varios días hasta que pase la infección), te embarcas en algo más prosaico: El visitante, de Stephen King. Te hace pasar el rato, pero no te acaba de gustar. Hay un momento en que todo comienza a ser increíble. Sobre todo, en la segunda parte del libro se saca de la manga un personaje fundamental que apenas está trazado. Luego te comentan que se trata de un personaje que proviene de una serie de libros anterior, igual que otras muchas referencias. En cualquier caso, es siempre efectivo, King, pero este no es, ni mucho menos, su mejor libro. 

Cambio de tercio, y lees Serotonina, lo último de Michel Houellebecq (Anagrama). Tu opinión aquí no es imparcial. Estás entregado al escritor francés. Es uno de los autores imprescindibles para entender el presente, junto a DeLillo y unos pocos más. Serotonina es de nuevo una radiografía de la actualidad. Pero tienes en todo momento la sensación de que estás leyendo algo sobreactuado, manierista, como ni siquiera el protagonista se creyera lo que dice. El machismo, la misoginia, la desidia, el hastío... todo es ya una caricatura. Un personaje decadente que está en el límite de lo verosímil. Y eso te saca de la historia. Es su peor libro. Se notan demasiado a la legua las ganas de epatar. Hay párrafos que sólo se los permite uno a Michel Houellebecq.

Tenías pendiente ya varias semanas sobre la mesita Mejor la ausencia, de Edurne Portela (Galaxia Gutenberg). Te interesó mucho El eco de los disparos, su ensayo sobre la violencia en el País Vasco. En esta novela, Portela regresa a ese territorio atravesado por la violencia. Y como en el título de su ensayo, esa violencia nunca es explícita, es un eco, un ambiente, una reverberación, está siempre fuera de campo, pero afecta y transforma las vidas de los protagonistas. Más allá de la profundidad y pertinencia de lo que cuenta, te interesa del libro sobre todo su potencia literaria, el modo en que la autora trabaja con el tono y va elevándolo poco a poco. La perspectiva de la narradora, su lenguaje, su manera de entender el mundo... va creciendo conforme avanza la novela. Los ojos y las palabras de una niña al principio se van modificando a través de los años. Y el lector acompaña esta elevación que es también un proceso de paulatina comprensión de la existencia. Una comprensión para la que se necesita distancia, experiencia e incluso literatura. Frente al eco de los disparos –y la reverberación de todas las violencias cotidianas–, la palabra reconstruye el sentido del mundo.





Comentarios