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Mostrando entradas de noviembre, 2014

Perder el oremus

–¿No echas de menos el Presente continuo? –Te lo iba a preguntar yo. –Yo sí. Mucho. –Yo también. Más. –Ya estás. Igual que siempre. Yo más. Yo más. Yo más. –Es que soy un objeto a minúscula imposible de satisfacer. Necesito autoafirmarme. –Lacaniano estás hoy, ¿no? –Un poco, la verdad. Me ha entrado la nostalgia. –¿Nostalgia? –Sí, aquellos años, cuando me leí los escritos y los seminarios, cuando me creí sus cosas. –¿Ya no te las crees? –Menos. Lo de lo Real y todo el rollo, sí. Pero el resto, uff, puto loco. –Ya. Dímelo a mí. Aún estoy como Antígona, entre dos muertes. –Qué capullo eres. –Jajajaja. –Por cierto, lo del Presente, decía. ¿Lo echas de menos? –Pues sí, un poco sí, pero las cosas son así. Tienen que terminar. Además era un estrés. Todos los viernes. Un taco de palabras. Deja, deja. Todo tiene su tiempo. –Lo tiene, es verdad. –Oye, ya que lo dices: ¿el mundo está lleno de locos o soy yo, que miro ahora y veo esto hecho un solar? –Las dos cosas. –... –Cad

Diálogos a destiempo

–Cuánto tiempo, ¿no? –Sí, he estado desaparecido. –¿Haciendo? –Lo de siempre. Escribir, leer, morir de amor. Esas cosas. –Ya veo. –... –No me mientas, estás jodido; lo intuyo. –No sé por qué lo dices. –Porque te conozco. Tu tono. Tus puntos suspensivos. Esas cosas. –Quizá sí. Quizá un poco. Pero ya está. Afortunadamente. –Cuenta, hombre, cuenta. –Si es igual, tampoco importa demasiado. Supongo que es la vida. Unos días te crees Dios y otros, una puta mierda. –Tampoco es eso. –Sí. Lo es. Las cosas suben y bajan. De un día a otro. Acabas de follar. Todo es perfecto. Y a los dos minutos el mundo se desmorona. –Entonces a lo mejor es que todo no era perfecto antes. –A lo mejor. Pero no importa, no te preocupes. –Vale. Pues a lo que voy –de hecho es lo único que me interesa ahora–: ¿cuándo acabas tu puta novela? –Está casi ya. –Eso llevas diciéndolo unas semanas. –No. Te lo juro. Ahora sí. Estoy retocándola. Recortando cosas, reiteraciones, repeticiones, fallos. –Vamos,

Al final

Al final, el final. Lo que todos esperaban. Un día de vida. Poco más. Después, el tanatorio. El mismo lugar, la misma sala, los mismos sillones roídos, la misma máquina de café, el mismo olor a flores, la misma ventana, el mismo rectángulo que muestra el cadáver. Otro cuerpo, es cierto. Pero para ti es el mismo. Siempre el mismo. No puedes evitar que la retina se te llene de imágenes de otro tiempo. Y en esa pantalla que separa la vida de la muerte ves de nuevo a tu madre. La memoria no te deja mirar el presente. Todo es bruma, niebla, aire denso que viene del pasado. Estás en el mismo lugar. Una y otra vez. Viendo la misma imagen. Una y otra vez. Sintiendo el mismo escozor en las pupilas. Una y otra vez. Una y otra vez. El eco no se desvanece. Toma vida –curioso, el eco de la muerte, más vivo que su origen–. Se abalanza sobre ti. Te muerde. Te araña. Te posee. Y ya no te lo quitas de encima. Es una vibración, un infrasonido, una infraimagen. Está ahí. Aunque no lo escuches. Aunque n

Presente discontinuo

Por primera vez en más de un año despiertas un domingo sin tu “Presente continuo”. Lo haces con mal cuerpo y recuerdas el día de ayer: Te llaman por la tarde para decir que el suegro de tu hermano ha tenido un derrame cerebral. La fatalidad se está cebando en estos meses con la familia. Es cuestión de horas que ocurra lo inminente. Los médicos no han dado ninguna esperanza. Cuando entras a la habitación, no sabes qué decir. Cualquier palabra sobra. Es el momento de la agonía. Miras la cama y ves al padre de tu cuñada con la respiración entrecortada y unas pequeñas convulsiones en el estómago que anuncian lo peor. No puedes animar, ni decir nada al enfermo. Oye, dicen, pero ya no siente. Allí sólo cabe esperar. Tienes en la cabeza desde el primer minuto la visión de tu padre agonizando en el hospital. La cama, la familia junto a él, la respiración entrecortada, el rostro desencajado, la desesperanza. Intentas poner una compuerta a tu memoria para contener todo esto y no derrumbarte.

Autopsia

[Publicado originalmente en Otra Parte Semanal ] Autopsia  es la primera y esperada novela de Miguel Serrano Larraz (Zaragoza, 1977), autor que, gracias a la inteligencia narrativa desplegada en muchos de los cuentos de  Órbita , su anterior libro, ha encontrado ya un lugar destacado en la literatura española de su generación. Con esta novela, Serrano demuestra que aquella potencia de los cuentos de  Órbita  es capaz de aguantar con vigor las casi cuatrocientas páginas de este libro y sumergirse con brillantez en cuestiones centrales como la memoria, la culpa, el miedo, la amistad, el éxito y el fracaso. Cuestiones que toman forma en una historia, la del joven Miguel (un aspirante a escritor que podríamos confundir con el autor), construida a través de varios tiempos que se intercalan y se superponen: la infancia, la adolescencia y la actualidad. Se trata de fragmentos que se van hilando conforme avanza la narración y que surgen especialmente de dos sucesos traumáticos. El primer
Me piden algunos amigos que me posicione sobre la no renovación de contrato de Javier Fuentes como director del Cendeac. No he querido hacerlo porque se trata de un centro con el que he estado vinculado desde sus inicios y mi opinión puede que no sea objetiva. Aun así diré varias cosas desde la razón pero también desde el corazón.  La primera: Javier me parece un grandísimo profesional. Un intelectual, comprometido, serio, que ha sabido hacer milagros con el poco dinero que tenía. El Cendeac venía de antes, y también es de rigor –aunque era otra época– admitir que algo bueno se hizo en aquel momento. Algo, aunque fuera dar visibilidad, crear una biblioteca e iniciar una colección de libros que ha sido una referencia en España. Esto es innegable. Como también es innegable que la gestión de Javier, con lo poco que había, ha contribuido a profesionalizar y consolidar muchas de las cosas que antes no eran sino intuiciones. Así pues: un ejemplo de gestor.  La segunda: Me llama la atenc

Presente continuo (semana del 24 al 30 de octubre) / Fin

VIERNES 24 / Memoria Te levantas con dolor de cabeza aunque enseguida se te pasa. Antes de ponerte a escribir acabas de leer  Los huérfanos , de Jorge Carrión. Te ha acompañado las dos últimas semanas y anoche dejaste unas páginas para poder terminar hoy la lectura con tranquilidad. La historia de los supervivientes “bunkerizados” de una tercera guerra mundial te lleva directamente al imaginario de ciertas series televisivas. No puedes evitar pensar en  la escotilla de  Perdidos , entre otras cosas. Sin embargo, rápidamente la novela se mueve hacia el ámbito del lenguaje. A pesar de lo que cuenta, de la cantidad de imágenes que pone en circulación, lo que más te llama la atención es la reflexión sobre el propio acto de escribir y recordar, sobre el problema del lenguaje y la memoria. Es, en realidad, un libro acerca de cómo uno puede o debe recordar. Las reflexiones de Carrión sobre la memoria, la historia, la narración y el lenguaje son tremendamente lúcidas y dan de lleno en el ce

Presente continuo (semana del 17 al 23 de octubre)

VIERNES 17 / Demasiado tarde Resaca. Otra vez. Aunque menos de la que esperabas. No has dormido apenas, pero el dolor de cabeza se evapora cuando piensas en la intensidad y la belleza de las emociones de la noche anterior. Te llaman de Suecia para ofrecerte colaborar en un proyecto académico. Te sientes muy honrado por que haya pensado en ti, aunque no sabes si vas a estar a la altura. Escribes el “Presente continuo”, con un tono cada vez más crepuscular, de acabamiento, sintiendo que se acerca el momento de dejar paso a esta sucesión de eventos que quizá ya comience a ser reiterativa y que siempre comienza igual: viernes, resaca. Por la noche cenas con L. y B. en el Mundano. A B. lo conociste en Madrid. Has leído sus libros y sus artículos. Admiras su humildad y su inteligencia. Y sobre todo su humor. Es curioso cómo tu mente se activa cada vez que estás cerca de él. Esa noche habláis de Houellebecq y del comportamiento de algunos artistas o escritores. Dice que en ocasiones