A principios del siglo XX, Aby Warburg observó cómo a lo largo de la historia era posible atender la presencia de una serie de gestos que se repetían en las representaciones visuales. Pinturas y esculturas, con independencia de su contenido, ofrecían un catálogo limitado de actitudes y poses estereotipadas en las que se mostraba inconscientemente todo un sistema cultural. Esos gestos mínimos repetidos que en ocasiones pasan desapercibidos, y que también interesaron al psicoanálisis, hablaban de la personalidad del sujeto individual y, sobre todo, de lo que éste había adquirido culturalmente. Revelaban las ideas, las creencias, los órdenes… el complejo entramado que conforma una cultura. Los gestos y las poses nos muestran quiénes somos y dónde estamos. Hoy esas poses reveladoras siguen vigentes. Y operan sobre todo en el ámbito de la autorrepresentación de los individuos, la manera en la cual nos presentamos ante el otro. Si uno echa una ligera ojeada a las fotografías de Facebook o de
Cuaderno de bitácora de Miguel Ángel Hernández. Reflexiones apresuradas sobre arte, literatura y cultura visual.