Vivir de película
Después de casi dos semanas en Williamstown, sigo teniendo la sensación de estar dentro de una película. Es una sensación que tiene cualquiera que haya pisado los Estados Unidos alguna vez. Nada más aterrizar, el uniforme azul marino de los policías de inmigración ya te mete en acción y te recuerda a Canción triste de Hill Street. Y si se llega a Nueva York, en cuanto uno cruza la puerta del aeropuerto y se encuentra los Yellow Cabs, los taxis amarillos, parece como si hubiera dado comienzo una aventura cinematográfica de la que ya es imposible escapar. Eso ocurre en cualquier parte de Estados Unidos. Siempre hay alguna película que se nos venga a la cabeza. Incluso aquí, en las nieves de Nueva Inglaterra. Fargo, Twin Peaks... hasta Doctor en Alaska. No hay manera de salir de la pantalla. La verdad es que creía que era algo que se iba a pasar rápido, que se iba a ir apenas transcurridos los primeros días de sorpresa. Pero parece que la cosa va para largo. Intuyo, de hecho, que aquí tod...