[Publicado en La Opinión de Murcia, 21/02/15 ] Hay libros emocionantes que pulsan la tecla justa para conmovernos. Libros que dan en el sitio que el lector tiene reservado para ser tocado. No se trata siempre de obras maestras, de novelas perfectas e intachables, per golpean en el lugar preciso, ahí donde más duele. Y lo hacen con elegancia y sutileza, sin demasiados artificios, sin grandes despliegues narrativos. Son libros que uno recuerda después, no tanto por la historia que contaron, sino por el modo en el que uno fue conmovido, por los momentos en los que una parte invisible del cuerpo vibró. La semana pasada hablaba aquí de ¡Melisande! ¿Qué son los sueños? , de Hillel Halkin . Sin duda, es uno de esos libros: sincero, sencillo, efectivo, justo; no es la gran novela, pero es un libro que se introduce dentro de nosotros. Estos días he acabado de leer algunos otros que también trabajan a ese nivel. Delicados, breves, sin fuegos artificiales, pero apuntando de lleno al mund
Cuaderno de bitácora de Miguel Ángel Hernández. Reflexiones apresuradas sobre arte, literatura y cultura visual.