[Publicado en Eñe. Revista para leer, 27/07/2016] Comienzas. De nuevo. Otra vez. En segunda persona. Regresa el tono. Regresa el presente cortante. Te habías prometido dejarlo. Dejarlo después de Ithaca. Dejarlo después de verte obligado a escribir. Pero hay algo que no te deja a ti. Necesitas escribir. Son tus dedos. Se mueven solos sobre el teclado y comienzan incluso antes de que tú les des permiso. O sí. Claro. Permiso. Se lo has dado mucho antes. El cuerpo, por delante de la razón. Siempre. El cuerpo piensa. Los dedos escriben. Después estás tú. Pero sólo después. Necesitas un título. Uno nuevo. Ahora. Ya no más Presente Continuo . Ha finalizado aquel tiempo sin pausa. Ya no más Diario de Ithaca . No hay ahora un espacio diferente y exótico. Estás en casa, detrás de la ventana, encerrado en tu habitación. Se han acabado las grandes aventuras. Sólo quedan lecturas, noches largas y sesiones de escritura. Todo sucede aquí y ahora. Quizá ése sea un buen título. Al menos uno.
Cuaderno de bitácora de Miguel Ángel Hernández. Reflexiones apresuradas sobre arte, literatura y cultura visual.