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Mostrando entradas de julio, 2009

Navegando en la estulticia

En verano, entre otras cosas, me gusta sumergirme en la literatura de bajo pelaje. Me inflo a leer thrillers barateros y cutres. Literatura de aeropuerto, y en ocasiones de estación de autobuses, que intuyo que aún debe ser peor. Es una de las mejores maneras que he encontrado para inspirarme. Después de tragarme un bodrio, me voy con ánimo a escribir. Y me digo, si este puede yo puedo. Creo que ya lo he dicho en alguna ocasión, la literatura perfecta te anula como escritor. Es necesario leer algo que suscite en uno la capacidad de superación. Supongo que será igual en otras artes. Si fuese director de cine, sólo vería películas malas, para saber siempre lo que no tengo que hacer. Bueno, el caso es que en esta inmersión en el lodazal, he dado con algo que me está tocando los sin nombre. Se trata de Navigatio , de Javier González . El caso es que el argumento, dentro del disparate de estas cosas, es prometedor. Y el hombre no escribe mal. Vamos, que se deja leer. Y además, me está inte

Tao

Para paliar los efectos del calor, estos días me ha dado por estudiar el Tao y la pintura china. Y, nada más empezar, me ha sorprendido las grandes diferencias con la estética a la que estamos acostumbrados. La tradición de la pintura occidental concibe al observador como un ser que necesita distancia. Un sujeto que requiere la presencia de un espacio diferente al suyo para que se forme la imagen de lo que ve, siempre en la lejanía. La célebre ventana con la que Alberti teoriza la perspectiva separaba al pintor del mundo. Para su cuerpo, el mundo era una imagen. Una imagen distante. Ver, por tanto, era siempre ver a distancia. Una distancia que separa el decir y lo dicho, el pintar y lo pintado, hasta el punto de crear un abismo insalvable entre el asunto que se representa y el propio acto de pintar. En la estética taoísta, en cambio, no hay algo así como el decir y lo dicho, sino que en el decir está también la forma de lo dicho. Y lo mismo ocurre con la pintura. No se pinta algo que

Cosa mala

El viernes fui a ver Imago Mortis . Sabía que la película me iba a decepcionar, pero no imaginaba cuánto. Me interesaba la cuestión de lo que llaman la tanatografía, la idea de que en la retina se queda grabada la última imagen que ve una persona antes de morir. Una imagen que, a través de un procedimiento "oculto", y tras sacar los ojos del cadáver, se fija en una placa como si fuese una fotografía. Como digo, el problema de fondo prometía. Pero, como suele ocurrir con estas películas pretenciosas, el desarrollo es un disparate. Y se queda en una mezcla mala de Tesis, Los crímenes de Oxford y El orfanato. Cosa mala. Mala hasta decir basta. Imago Encima .

Al sur de la frontera...

Supongo que hay libros para todos los momentos. Algunos que, por lo general, no nos dicen nada, a veces, y sin saber exactamente por qué, nos tocan directamente , nos aluden, como si hubiesen sido escritos para nosotros. Hoy he tenido esa sensación leyendo a Murakami . No es un autor que me fascine, pero de vez en cuando me sumerjo en él porque sus historias tienen algo particular con lo que empatizo , una tendencia a lo ñoño y lo cursi que, cuando no llega del todo a consumarse , puede producir emociones profundamente perturbadoras . Como digo, hoy me ha ocurrido eso con Al sur de la frontera, al este del sol, una obra menor del autor japonés que, por razones que no quiero saber, me ha dejado más turbado de la cuenta. La he leído de un tirón, mientras esperaba (más de tres horas) en la consulta del dentista. Además, ha sido providencial : nada más acabar la última frase, la enfermera ha dicho mi nombre, como si las inconcebibles tres horas de espera hubieran sido causadas por mi tiem

Seis años

Apenas llevo un día liberado de tareas y ya me ha entrado el vértigo. Es como si hubiese frenado demasiado bruscamente y me hubiese quedado mirando al abismo. Tras tanto correr hacia delante, me he dado cuenta de que nadie me perseguía. Huía de mi sombra. Y hoy se ha puesto frente a mí. Quizá por eso llevo todo el día apático y melancólico. Además, hoy hace seis años que murió mi padre. He tenido todo el día ese pensamiento en la cabeza, pero no lo he afrontado como debiera. Sólo ahora, cuando el día ya ha pasado, me siento a poner por escrito que quizá aún no haya logrado superar la peor noche de mi vida, en una habitación del hospital, a la espera muerta de la muerte. Con esas extrañas sensaciones, esta noche he decidido recuperar el cuaderno de duelo, un libro sobre la experiencia de la pérdida más reciente, la de mi madre. Siento que tengo que rememorar todo lo ocurrido, volverlo a sentir como sea. Volver a trazar los caminos por los que pasé a toda prisa. Estar donde no estuve com

Jerusalén

Sin duda, Jerusalén , la novela de Gonçalo Tavares , es de lo mejor que he leído en tiempo. Tras leer la última frase se me han erizado los pelos de la nuca y un escalofrío me ha recorrido todo el cuerpo. Me ha pasado exactamente lo mismo con La noche feroz , de Menéndez Salmón: una necesidad de tomar aire para poder cerrar el libro y dejarlo sobre la mesita . Tavares es capaz de condensar universos enteros en apenas dos frases. Para leerlo se necesita tiempo y tranquilidad . Es necesario saborearlo, asimilar cada uno de sus argumentos, disfrutar con cada una de las pequeñas joyas que va dejando en cada página. En este libro logra construir un mosaico de pequeñas teselas que, poco a poco, se van engarzando y produciendo una trama sólida que se forma en la mente del lector. Allí se van dando cita una serie de personajes que encarnan el sufrimiento, la locura, la maldad, la cobardía... la condición humana mostrada en su cruda realidad. Eso sí, con una elegancia difícil de superar.

Lecturas de verano

Ya está casi. Apenas quedan dos o tres cositas para acabar y dedicarme de pleno a la lectura durante unos días. Una pila de libros me espera, la mayoría literatura ligera para pasar el rato. Mientras tanto, después de acabar el excelente Tengo una pistola , de Enrique Rubio, esta semana he acabado dos libros que han decepcionado sobremanera. El primero es Génesis , de Bernard Beckett (Salamandra), una tontería pseudofilosófica que sólo se salva por sus últimas cinco páginas y su desenlace inesperado. El segundo no hay manera de salvarlo por ningún lado. El monógamo , de Arnon Grunberg ( Tusquets ). Lo único bueno es que se lee rápido. En una hora y poco se lo puede uno ventilar. El caso es que pintaba bien, y que tiene alguna reflexión que merece la pena, pero se nota mucho que es un libro apresurado al que se le podía haber sacado mucho provecho. De todos modos, a pesar de que no me ha gustado nada, me he quedado con ganas de leer algo más de este autor. Hay algo en su escritura

Disparar desde Murcia

En los últimos tres o cuatro años, estamos asistiendo en Murcia a la consolidación de una generación de escritores que ha comenzado a trascender las fronteras de lo local y se ha catapultado (después de unos años de anquilosamiento) al panorama nacional (y, en ocasiones, internacional). Parece que las editoriales nacionales han comenzado a advertir el potencial literario de la Región. Sin ánimo de ser exhaustivo, a uno se le pasan rápidamente por la cabeza los nombres de Manuel Moyano, Gregorio León, Lola López Mondéjar, Patrick Ericson, Paco López Mengual, Irene Jiménez, Javier Moreno y otros muchos que, con estilos, historias y desarrollos diferentes, han dado en los últimos años un salto a la industria editorial nacional. Los premios, las menciones y la repercusión avalan lo que, sin duda, es una etapa dorada para la literatura de esta región. Uno de los últimos en saltar a la palestra nacional ha sido Enrique Rubio, un joven escritor que ha entrado por la puerta grande en el mundo

Capoeira

Siguiendo en mi línea de no decir que no a cosas, ayer no dije que no a una sesión de capoeira. Estaba haciendo tranquilamente bicicleta en el gimnasio cuando dijeron "que falta gente para capoeira. Ya veréis que cosa más divertida". Los cojones. Hoy no puedo ni moverme. Una hora y media "gingando" sin parar y dando volteretas. Vamos, una locura. Al final no pude aguantar el ritmo y tuve que decirle al profesor, un brasileño de dos por dos, a medio camino entre Blanka y Schwarzenegger, "oiga, que esto está muy bien, pero yo gingo una vuelta más y me voy". Y menos mal, porque dos minutos más habrían acabado del todo conmigo.

Teclados

Hablando de decir que sí y de no saber decir que no, me he vuelto a dejar liar para tocar el piano. Esta vez será en medio de un taller de performance . Mañana martes, a partir de las 21h en la Sala el Jardín de Molina de Segura. Improvisación en toda regla sobre lo que vaya ocurriendo. Ya les he dicho que tengo poco repertorio, y que me repito más que las series de Antena 3, pero no ha habido excusa que valga. Así que intentaré amenizar la velada con lo que surja, " homenajeando " de modo cercano (por no decir plagiando de modo lejano) a mis Nyman , Mertens , Glass y otros minimalistas populares. La verdad es que, en el fondo, la cosa me empieza a gustar, aunque ni mucho menos me siento tan cómodo como escribiendo. Cuando toco el piano siento que la técnica es un impedimento, que querría hacer cosas que mi destreza no permite. Escribir, para mí, es mucho más fácil, porque el lenguaje es algo que utilizamos todos los días. Es cierto que para escribir con corrección tambi

Papeleo

Después de unas semanas sepultado por la burocracia, hoy por fin he logrado enviar el papeleo a la ANECA para la acreditación . Ha sido como rebuscar en el cubo de la basura: textos de los que uno no querría volver a saber, etapas que uno quisiera olvidar... han vuelto a la superficie para recordar de dónde venimos. He encontrado cosas que ni sabía que existían: textos y conferencias sobre la posguerra murciana, el Corazón de Jesús, y sobre pintores de cuyo nombre no quiero acordarme. Me he dado cuenta de que los últimos años he estado trabajando sin parar, pero no siempre en la dirección correcta. He dicho a demasiadas cosas que sí, y he perdido la oportunidad de centrarme en otras que habrían sido más productivas. Pero, en fin, tampoco nos vamos a poner exquisitos. La cosa no está tan mal. Ahora sólo toca esperar a que los casi mil folios que van camino de Madrid lleguen a buen puerto.

Calentamiento

Hace unos días escribía que con el calor se me estaban derritiendo las neuronas. Hoy puedo dar fe de que se ya se han colapsado todas. A ello ha contribuido, por supuesto, el estado de soberana estupidez en el que viven instalados los medios de comunicación de este país. Llevamos una semana en la que parece que no haya ocurrido nada más en el mundo que la muerte de Michael Jackson o el fichaje de Cristiano Ronaldo. No sé qué me espanta más si la espectacularización “oniro-kitsch” de la muerte del primero o el debate “pseudo-ético” en torno al coste del segundo. Ambas cosas, en cualquier caso, se encuentran en la lógica de la banalidad contemporánea. Y sobre todo dan cuenta de la facilidad para la fascinación por el otro que tiene el ser humano. Una fascinación que tiene que ver con que ese otro representa todo aquello que anhelamos, nuestros deseos y nuestros sueños: nuestro súper-yo. Ésa también es la razón de nuestro odio ciego al enemigo, ese otro oscuro que encarna nuestros miedos

Laborus interruptus

Recién llegado de Ámsterdam . Otra vez. Y las que quedan. Por cosas del destino (y del trabajo), voy a tener que seguir yendo con frecuencia. Es una ciudad que me fascina, pero, claro está, en su justa medida. Tanto viaje relámpago va a acabar conmigo. Necesito estar en casa para acabar todo lo que tengo pendiente. Y los viajes me rompen. No puedo trabajar en los aviones, y mucho menos en los hoteles. Así que esto es un trabajar entrecortado. Un laborus interruptus. Comenzar y, cuando la cosa ya se pone a tono, tener que parar y saltar a otra cosa. Así, por supuesto, uno pierde el ritmo y le cuesta comenzar de nuevo. Y sobre todo, así no hay manera de disfrutar de las cosas. Por eso espero como agua de mayo mi utopía americana del año que viene. Seis meses de trabajo continuo, sin interrupciones, concentrado y aislado del mundo. Vamos, un orgasmo en toda regla (con perdón).

Propiedad intelectual

Con el calor se me han secado las neuronas y no sé de qué escribir. Además, después del escándalo de la SGAE, me entran ganas de dedicarme a otra cosa. No quiero formar parte de ese mundo de burócratas de la cultura que, al final, sólo buscan lo que buscan. La cultura de la pela. Y la cultura se la pela. Pero es que, además, uno lo piensa y la cosa no tiene sentido alguno. Intentar controlar los flujos de la actividad cultural en mundo mediatizado como el que vivimos es como intentar coger agua con las manos, una imposibilidad absoluta. Y ante eso, ante la imposibilidad de controlar lo incontrolable, lo único que queda es la arbitrariedad y el azar. La ley de propiedad intelectual parte de la premisa de que hay cosas originales, que uno crea de la nada y que las ideas pertenecen a sujetos individuales. Eso, desde luego, es ignorar que somos sujetos híbridos, formados a través de un sinfín de identificaciones con modelos exteriores. Nada en nosotros, absolutamente nada, es original. Pen