Casi in extremis logro terminar la novela y registrarla. Trescientas páginas de devaneos artísticos y migratorios. Por supuesto, aún le queda bastante en repasos y reformulaciones . Pero en lo sustancial, está lo que puede ser el libro. Al final, han podido más las ganas de quitármela ya de encima y cambiar de tercio que las obsesiones de perfección. He asumido que no es lo que yo hubiera querido que fuera y ya está. Le daré aún mil vueltas, y seguro que puede llegar a mejorar, pero en cualquier caso seguirá sin ser esa gran idea que tenía en la cabeza y que se ha quedado en lo que mis capacidades narrativas han podido dar de sí (más bien poco). La cosa es que, una vez terminada, y aun sabiendo que no es lo que había pensado, y que desde luego no soy Vila -Matas ni Houellebecq , ni siquiera Antonio Gala o Boris Izaguirre , ahora toca defenderla a capa y espada. Y empezar a creer una vez se ha descreído. Esta es la única manera, supongo, de ofrecerla a editoriales o convencer a algún
Cuaderno de bitácora de Miguel Ángel Hernández. Reflexiones apresuradas sobre arte, literatura y cultura visual.