Como comenté en un post anterior, durante el tiempo en Montevideo no me ha funcionado el teléfono móvil. A la vuelta temía encontrármelo a reventar de mensajes y llamadas perdidas. Pero me he sorprendido tras ver que tenía apenas tres mensajes y cuatro llamadas perdidas, dos de las cuales eran del contestador. Vamos, como cuando me dejo el móvil olvidado unas horas. Esto, que por un lado, me ha hecho respirar aliviado, por otro me ha preocupado seriamente. Me he sentido abandonado por momentos. Apenas nadie había intentado contactar conmigo en estos días. Sólo dos o tres en una semana. Yo, que presumía de tener que dejar sin coger más de la mitad de las llamadas que recibo al día para poder subsistir, ahora había sido abandonado. Juro que por un momento sentí pánico y vértigo. Había conseguido lo que siempre había estado buscando, la tranquilidad telefónica. Y sin embargo, en ese momento, que apenas duró unos minutos, me sentí el ser más solitario de la tierra. Pero fue tan sólo una i
Cuaderno de bitácora de Miguel Ángel Hernández. Reflexiones apresuradas sobre arte, literatura y cultura visual.