Ni súper, ni ocho
Supuestamente se trataba de la sensación del verano, la vuelta al cine de aventuras de los ochenta y el homenaje a la tecnología de las cámaras Super 8. Sin embargo, desde mi punto de vista, la película de J.J. Abrams resulta un fiasco doble. Primero, la historia. Para conseguir la vuelta al cine tipo Los Goonies o E.T., lo que hace Abrams es coger todo lo que funcionaba de las películas de niños de los ochenta y ponerlo junto. Y, claro, como él es un maestro de la narración, pues aquí funciona. Es una película entretenida y con la que se pasa un buen rato. Pero ya está. Un director como él no puede caer en esa regresión y convertir su película en un pastiche llenó de clichés por todos los lados. Ahora bien, lo que es más indignante es el «juego» con el Super 8. La película pretende mostrar la nostalgia por un medio y una tecnología que ha formado el imaginario de toda una generación. Sin embargo, aparte de lo anecdótico, en la película no hay lugar para el potencial de las cámaras ...