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Escritores en el borde

En mi reclusión lectora de estos días, he tenido la oportunidad de encadenar tres libros que hacen de la lectura un proceso reflexivo y epistemológico, de adquisición de conocimiento acerca del mundo más allá de las historias que se cuentan. Tres libros que cuestionan las distancias entre los géneros literarios y se sitúan en la frontera entre el ensayo, la ficción o, incluso, la biografía, pero sobre todo tres libros que hablan de la buena salud de la literatura contemporánea en español.

El primer libro es Los muertos, de Jorge Carrión (Mondadori). Sólo había leído las reseñas y algún que otro ensayo de Carrión, y me parecía de lo más inteligente del mundillo literario actual. Los muertos es su primera novela. La he leído de un tirón, pero aún no me he podido formar una opinión clara. El argumento del libro promete. Una serie de personas aparecen en Nueva York sin recordar su identidad y sólo poco a poco van recordando (hasta cierto punto) quiénes fueron y con quién vivieron. Pero lo realmente interesante es lo que rodea a la historia. Los muertos está compuesta como una serie de televisión, dividida en dos temporadas y con dos estudios críticos intercalados sobre la supuesta serie. Si he de ser sincero, aunque el argumento de la historia me parece de lo más sugestivo, y ciertas imágenes funcionan bastante bien, lo mejor de la novela son, sin duda, esos interludios críticos, los dos supuestos artículos sobre la serie. Según mi parecer, la teoría gana aquí, de largo, a la práctica. La teoría que justifica Los muertos, hace que, sin embargo, la historia sea prescindible. El juego con los tópicos, con los personajes de todas las series y de todo el imaginario fílmico e incluso literario (pero sobre todo televisivo) es interesante como propuesta, pero no llega a tener la contundencia de una verdadera historia. No llega a ser la serie que prometen y describen los artículos, esa serie de televisión que cambia la vida de las personas. Aun así, me ha encantado el libro. Los dos estudios sobre las series, aunque analizan principalmente Los muertos, son una de las cartografías más sugerentes e incisivas sobre la televisión contemporánea y el estado de la narrativa serial. Uno puede imaginar todo aquello que se dice de Los muertos sin "leer" la serie. Carrión rompe las fronteras entre el ensayo y la ficción, haciendo que en cierto modo sea prescindible la ficción.

Otra ruptura de los límites entre ensayo, biografía, narrativa de viajes y ficción es Baroni: un viaje, de Sergio Chejfec (Candaya), otro de los libros que he podido leer este fin de semana. Igual que en otros libros anteriores, la escritura de Chejfec es limpia e incisiva, llega justo al lugar donde tiene que llegar, sin complicaciones, sin florituras, es de un equilibrio perfecto. Con una sutileza envidiable Chejfec te conduce a ese viaje que él mismo realiza, el universo de Rafaela Baroni, una artista popular paradigma del artista-chamán o el artista-curandero. El libro es tanto el viaje de Chejfec, como el de Baroni, como el de la propia idea del arte a través de una serie de imágenes que se van sucediendo poco a poco, esculturas, pinturas, pero también imágenes mentales, y otro tipo de viajes conceptuales. De nuevo Chejfec da ejemplo a los historiadores y a los críticos de arte. Otras formas de escritura sobre arte son posibles. Y muchas de ellas hay que buscarlas en el mundo de la literatura. Ya comenté aquí al hablar sobre Mis dos mundos que el análisis que allí hace Chejfec sobre William Kentridge supera con mucho a otros análisis críticos de supuestos "especialistas". En Baroni Chejfec presenta una visión del arte popular (pero también de un paradigma de artista y de una concepción particular del arte, la espiritual-chamánica-esotérica) que es difícil de superar por historiadores o críticos avezados. Además lo hace "como quien no quiere la cosa", con una naturalidad pasmosa. Eso es lo que más me sorprende, que las reflexiones, los excursos, las divagaciones, las digresiones aparecen con total fluidez, como si formasen parte de la misma melodía. No tiene uno la sensación en ningún momento de aquello haya sido construido a retazos. Porque sin duda el libro debe haber sido escrito poco a poco, parándose a reflexionar, a articular lo que se quiere decir. O quizá no, quizá Chejfec simplemente comience a escribir y el libro salga (como se lee) de un tirón, con una voz que avanza sin prisa pero sin pausa, demorándose en ciertos objetos, pero no deteniéndose jamás, como si el pensamiento nunca tuviera pausa. Y es que cuando uno lee a Chejfec parece que lo está oyendo pensar, que es el flujo del pensamiento lo allí está escrito, la multiplicidad de asociaciones, y al mismo tiempo la sutura invisible entre ellas, una suerte de rizoma imperceptible capaz de abarcar un territorio desde los lugares más insospechados.

Y he dejado para el final el que sin duda ha sido mi descubrimiento del verano, Patricio Pron, un joven narrador argentino afincado en Madrid del que, desde ya, me declaro admirador eterno. No puedo sino situar a Pron en el parnaso de mis modelos literarios, de los escritores como los que algún día me gustaría escribir. Patricio Pron pertenece a la tradición de la gran literatura, a la tradición alemana de Bernhard o Handke, pero también a la gran tradición argentina, aunque muchas veces juegue a alejarse de ella. Para mí, Pron se encuentra en el mismo lugar que Gonçalo Tavares o Ricardo Menéndez Salmón, las dos plumas de la literatura joven (nacidos en los setenta) más elegantes, sobrias, contundentes y precisas que conozco. Igual que ellos, Pron posee una prosa envidiable. Saramago dijo de Tavares que no tenía derecho a escribir tan bien. Eso mismo hay que decir de Pron. Uno no puede escribir tan bien con esa edad. Y tampoco puede concebir esas historias en las que, aunque parezca que nada se mueve, el mundo entero se retuerce y al final a uno acaba agriándosele la boca. Sin temor a equivocarme, puedo sostener que El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan (Mondadori) es el mejor libro de relatos que he leído en todo el año, y en mucho tiempo. Esta mañana, en cuanto llegue a la ciudad, correré a la librería en busca de El comienzo de la primavera, intuyo que esa novela tendré que situarla en la estantería en la que tengo la Jerusalén de Tavares y La Ofensa de Menéndez Salmón. Seguiremos informando.

Comentarios

  1. FANTÁSTICA ENTREVISTA HOY EN 'LA VERDAD', Y MAGNÍFICO POST ESTE, QUE TANTO NOS DESCUBRE. Me has dado unas ganas de leer locas... lo mismo llego a casa y me dejo a medio el libro que me estoy leyendo (sobre fragatas como la de 'Master and Commander') y me pongo con este... mmm....

    http://www.amazon.com/Kaisers-U-Boote-Histoire-Collections/dp/2913903967

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  2. El comienzo de la primavera es aún mejor que el libro de relatos. Magnífica.

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