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Presente continuo (semana del 17 al 23 de octubre)

VIERNES 17 / Demasiado tarde
Resaca. Otra vez. Aunque menos de la que esperabas. No has dormido apenas, pero el dolor de cabeza se evapora cuando piensas en la intensidad y la belleza de las emociones de la noche anterior.
Te llaman de Suecia para ofrecerte colaborar en un proyecto académico. Te sientes muy honrado por que haya pensado en ti, aunque no sabes si vas a estar a la altura.
Escribes el “Presente continuo”, con un tono cada vez más crepuscular, de acabamiento, sintiendo que se acerca el momento de dejar paso a esta sucesión de eventos que quizá ya comience a ser reiterativa y que siempre comienza igual: viernes, resaca.
Por la noche cenas con L. y B. en el Mundano. A B. lo conociste en Madrid. Has leído sus libros y sus artículos. Admiras su humildad y su inteligencia. Y sobre todo su humor. Es curioso cómo tu mente se activa cada vez que estás cerca de él. Esa noche habláis de Houellebecq y del comportamiento de algunos artistas o escritores. Dice que en ocasiones el artista tiene que performar su rol de artista, hacerse el estupendo y simular que no es un tío normal. A veces el artista tiene que ser un gilipollas, dice. Es necesario. Pero no todos pueden permitírselo, ni tampoco en todo momento. Se os ocurre el título para un artículo: «El artista como gilipollas». Lo dejas anotado. Quizá vuelvas en serio sobre el tema, te gusta. Despedís a B. y te quedas un momento con L.
Después, ya tarde, cuando los bares cierran, recibes un mensaje de N.; tienes pensado tomar la última con él. Sin embargo, cuando llegas te sucede algo extraño: te sientes mayor. Te ves desde fuera, entre los chiquillos, con la barba llena de canas y decides que es hora de irse a casa, que mañana tienes que escribir y que hay cosas que hacer.
Perdiste tu juventud estudiando. Tus noches de fiesta las pasaste con el joven Werther y otros personajes de novela, encerrado en tu habitación casi sin contacto con el mundo. Ahora estás viviendo una especie de segunda etapa. Estás haciendo las cosas que no hiciste en el pasado –porque no pudiste, porque no supiste o porque no quisiste–como si el tiempo no hubiera pasado. Pero hoy te has visto en el espejo. La puerta del Revólver llena de muchachada ha funcionado como una especie de espejo de Dorian Grey que ha revelado que ya no eres tan joven, que tu mundo está en otro lugar, que tu segunda juventud también tiene fecha de caducidad. Es hora de retomar también una segunda madurez. Al menos eso es lo que piensas. Es lo que te pasa por la cabeza mientras vuelves andando a casa. Es tarde. Demasiado tarde.

SÁBADO 18 / Procrastinar
Pasas la mañana leyendo los suplementos de los periódicos. De nuevo, el arte te importa menos que la literatura. Intentas escribir, pero por alguna razón no te concentras demasiado. Así que decides leer. Y continúas con El idioma materno.
Ves el Madrid en la siesta, casi lo dormitas. Por la tarde procrastinas un poco más. Vuelves a leer. Buscas excusas para no sentarte a escribir. Por la noche la procrastinación hace que veas los últimos tres episodios de The Strain. Te convences de que es mala, casi serie Z. Comenzó bien, pero ha ido convirtiéndose en una suerte de disparate narrativo. Aún así, la disfrutas. Hay momentos en los que si logras entrar en el juego puedes perdonar los errores y fallos de guión. Y esta serie lo ha conseguido contigo.

DOMINGO 19 / Proceso
Sale tu entrevista y compras el periódico. Te hace gracia leerla. Siempre piensas que has dado las respuestas erróneas y que si hubieras pensado dos minutos antes de hablar habría salido todo mejor.
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Antes de acostarte le das una vuelta a la cuarta parte de la novela. Un capítulo, el del divorcio, crees que no está bien situado. Lo cambias de lugar. Planificas la semana de escritura. Es lo que más te gusta, planificar, esbozar, cambiar, situar, cortar y pegar. Más incluso que escribir. Escribir es una tarea costosa. La satisfacción está en haber escrito, en sacarte las cosas de encima. Pero el proceso…, el proceso te cansa.

LUNES 20 / Nostalgia
Escribes toda la mañana. El primer capítulo de la cuarta parte. Lo terminas más rápido de lo que imaginabas. Hay momentos en los que, a pesar de todo, la escritura fluye.
Tu vecina J. hace de comer y le llevas la entrevista para que la lea. Sabes lo que alegra ver que has salido en el periódico. Es la misma alegría que embargaba a tu madre, que tenía una pequeña carpeta con todos los recortes, casi una especie de archivo portátil de los éxitos de sus hijos. Allí ponía todo lo que salía de la ermita, de tu hermano escultor, del pueblo, de ti… “Cosas de mi Miguel” se llamaba tu apartado. Aquel archivo quedó incompleto. El objeto de estudio sobrevive siempre al archivero.
Por la tarde devoras lo que te falta por leer de El idioma materno. Es primer libro de Fabio Morábito al que te acercas. Y es todo un descubrimiento. Una joya llena de páginas que no cesas de subrayar. Reflexiones sobre el lenguaje y la escritura llenas de afectos y anécdotas. Es uno de esos libros que te habría gustado escribir.
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Cuando lo acabas, comienzas a ver Twin Peaks. No recuerdas nada porque eras demasiado joven. Pero sí el ambiente, la música, el misterio. El salón se llena de nostalgia con la banda sonora de Angelo Badalamenti y el nombre de Laura Palmer.
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MARTES 21 / Sudor
Escribes toda la mañana. Segundo capítulo de la cuarta parte. Lo reescribes casi todo. Pocas cosas sirven de lo que tenías. Cuanto más avanzas más precario está todo y más trabajo te cuesta adecentarlo y ordenarlo.
Antes de comer vas al gimnasio. Llevabas tiempo sin ir y te cansas rápido. El sudor no se va en todo el día.
Comienzas a preparar las clases del día siguiente. Lees sobre Taine, el determinismo y la Historia del Arte positivista. Te das cuenta de que hay muchas cosas que aún no han cambiado del todo. La disciplina sigue anclada en presupuestos decimonónicos.
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Por la tarde os reunís para el concurso de relatos de la revista Magma. El ganador es bueno. Después, en AB9 ves el montaje de la exposición que se inaugura mañana y tomas unas cervezas con los artistas y algunos amigos. Lo saboreas todo y adviertes que estás poseído por una libido extraña, un deseo que no se llega a calmar del todo. Tu cuerpo sigue siendo una fábrica de sudor. La noche no se alarga demasiado porque al día siguiente tienes clase.

MIÉRCOLES 22 / Homenaje
Apenas has dormido tres horas. Te levantas zombi y acabas el power point que vas a proyectar. La clase es breve. Tan sólo te da tiempo a hablar de cómo el positivismo influye en las humanidades en el siglo XIX. A las once es el homenaje a cuatro profesores del departamento. Se jubilan. Es emotivo, sobre todo en algún caso. Después, comida con los compañeros. Te sientas con J., A., F., N. y C. Os reís. Hay cosas de las que es necesario reír. Reír por no llorar. Le dices a A. si ya es tarde para hacerte medievalista o aún tienes posibilidades de poder decir algo sobre una época en la que no eres especialista. Lo cierto es que aunque sois todos compañeros de departamento, historiadores del arte, en el fondo compartís pocas cosas. Vuestro campo de estudio es tan distinto que apenas tenéis en común el término «arte».  Y en cada caso su significado es completamente diferente.
Al acabar la comida, tomáis unos gin-tonics en La Ronería. Recibes un mensaje y te pones nervioso. Ya estás inquieto toda la tarde. Asistes a la inauguración de A través de la mirilla. Y después sientes que te estás muriendo. Estás muy cansado. El día está siendo intenso. No ves el Madrid. Le regalas a E. un libro de Vila-Matas.
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En un bar junto a la Plaza de Europa bebes una coca-cola y tocas un piano desafinado. Improvisas lo primero que se te ocurren mientras todos te escuchan en silencio. Dices que mañana los acompañarás a la noche murciana, pero que esta noche no puedes más. Llegas a casa como si una apisonadora hubiera pasado sobre ti.

JUEVES 23 / Perfección
Temprano, a clase. Dos horas seguidas hablando sin cesar de Taine, Semper y del atribucionismo. Intentas ver en todos los casos lo que hay debajo de la disciplina. Acabas cansado físicamente. Dar clase agota.  Es un trabajo físico. Al salir, te encuentras con E. y te dice que lo que tienes que hacer es usar micrófono.
Tomas un café con L. y habláis de su tesis. Sigues nervioso por el mensaje de la tarde anterior. Llega la llamada y a partir de ese momento te cuesta trabajo pensar en otra cosa.
Te centras un poco e intentas terminar de editar un texto para una retrospectiva que Mieke Bal tiene en México el próximo enero. Quizá viajes también. Tienes muchas ganas de hacerlo. Lees de un tirón las últimas cincuenta páginas de Los huérfanos, de Jorge Carrión. Cada vez te gusta más. Justo cuando te quedan sólo cuatro páginas para acabarlo y te das cuenta de que llegas tarde a Murcia y dejas el libro sin acabar. Mañana leerás esas páginas con tranquilidad y degustarás el final como se merece. Así podrás escribir también algo en condiciones para el próximo Presente continuo.
En AB9 Ángel Manuel Gómez Espada presenta su poemario. Lo organiza la revista La Galla Ciencia, que no paran de hacer cosas en Murcia. La sala se llena. Hay actividad cultural en esta ciudad para parar un tren.
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Después, cenáis y tomáis unas copas. Tú estás exultante, rebosas felicidad. Pocas noches como esta. Parece que los astros se han alineado hoy y todo es perfecto; por momentos incluso te da miedo esa perfección. Cuando regresas a casa R. se acaba de levantar. Es también una buena manera de poder desayunar juntos, viviendo a contratiempo.

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