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Lecturas de verano I: ciencia ficción

Me fascinan las películas y las series de ciencia ficción. Me meto en el cuerpo cualquier cosa en la que salgan extraterrestres, fines del mundo, viajes en el tiempo, universos paralelos, máquinas voladoras, invasiones alienígenas… y cualquier fenómeno paranormal. Es un vicio inconfesable. Si lleva marcianos, la veo seguro. Y si viajan en el tiempo, ya soy fan. Una serie o película con invasión extraterrestre, fantasmas y viajes en el tiempo ya sería lo más. Netflix lo sabe, y me recomienda toda la basura que produce y alberga, que yo consumo con avidez y emoción. La última, Extinción, que ya no se podía ni ver de lo mala que era, pero que disfruté como un crío. Sobre todo porque comenzaba con un sueño recurrente que suelo tener al menos una vez a la semana desde hace muchísimos años: nos invaden los extraterrestres (las naves aparecen siempre en el horizonte sobre los limoneros de la huerta) y tengo que huir para sobrevivir. Casi siempre pierden los humanos. Muy pocas veces formamos una resistencia capaz de combatirlos. Supongo que “V” se metió tan fuerte en mi mente que mi inconsciente no ha sido capaz de superarlo.

Escribo todo esto para decir que me pirra la ciencia ficción, pero que, a pesar de eso, paradójicamente, no soy un lector de ciencia ficción. Apenas he leído a los clásicos del género (Asimov, Dick, Clarke, Lem, Le Guin…) y tampoco soy un asiduo de lo que se publica ahora (aunque me gusten mucho algunas novelas de China Miéville y de vez en cuando me apetezca leer algún que otro thriller distópico). Por alguna razón que no consigo entender, lo que me trago en la pantalla, me cuesta mucho hacerlo en papel.

Este verano, sin embargo, me he sumergido en la narrativa de ciencia ficción. Tengo una historia pensada desde hace tiempo –que ahora ya sé que no será la próxima que escriba– y he querido documentarme para ver cómo lo hacían los demás. Casi sin criterio, me he metido en el cuerpo una serie de novelas que prácticamente –con alguna excepción para respirar; daré cuenta de ellas en el siguiente post– han ocupado mi verano lector.


Ha habido de todo. Desde cosas que he tenido que leer en diagonal de lo malas que eran (Materia oscura, de Blake Crouch; no le cabía un tópico más), hasta verdaderos tratados filosóficos que me han hecho pensar muy profundamente en la ciencia ficción como arma política (El final de la infancia, de Arthur C. Clarke; los clásicos, supongo, que lo son por algo). Con algunos me he entretenido mucho (El mundo ausente, de Tom Sweterlich; estaba viendo ya la película que no tardará en filmarse), con otros la cabeza se me ha vuelto loca (El problema de los tres cuerpos, de Cixin Lui; interesante, pero no voy a continuar con la trilogía; muy loco). Luego me he encontrado muchos que prometían mucho, pero luego ni fu ni fa (Amatka, de Karin Tidbeck, que funciona como propuesta, pero no acaba de arrancar; o Normal, de Warren Ellis, una locura supuestamente divertida en la que no he conseguido entrar). Y otros que me han gustado algo más, pero no me han llegado a fascinar del todo (La investigación, de Stalislav Lem; curiosa, obra de un maestro, que me ha despertado la curiosidad por Lem; leeré Solaris, seguro). Por último, un descubrimiento, Cadáver exquisito, de Agustina Bazterrica, que, a pesar de acabar algo abruptamente, sí que recomiendo mucho, aunque se me haya revuelto el estómago en más de una ocasión y esté en la frontera de lo gore: el matadero de humanos y los argentinos comiendo asado de niños tiernos me han producido arcadas.

Imagino que, ya que he abierto el grifo, seguiré leyendo ciencia ficción. Aunque se acerca la rentrée y ya comienzo a hiperventilar con todas las novedades del otoño. Si a eso se suma el comienzo de curso y los textos que hay que escribir, supongo que bajaré el ritmo. De todos modos, ahora, al entrar a una librería, mis ojos ya se van por inercia a la estantería de ciencia ficción. Hemos dado un paso. Habrá que ver cuánto tiempo se mantiene.

Comentarios

  1. La ciencia ficcion junto a la New Age, me persiguieron durante mi juventud, recuerdo especialmente una obra de ciencia ficcion feminista, que llego a mis manos y que desperto en mi una gran curiosidad, sobre todo por el titulo: "El hombre hembra" de Joanna Russ, autora por cierto ya desaparecida y obra igualmente no reeditada desde hace muchos años, la obra narra un mundo de mujeres sin hombres, y los mensajes subliminales del trasfondo de la obra, que ensalza la figura de la mujer en un mundo patriarcal. Una obra que sin duda me impacto a nivel personal, en un momento de mi vida en la que estaba descubriendo mi identidad sexual, y no me veia reflejado en el modo de ver socialmente durante mi juventud, a todo lo relacionado con el papel de la mujer en una sociedad machista. Probablemente, porque por aquella epoca aborrecia a mi padre y todo lo que proyectaba su masculinidad dominante, arrogante, egoista y machista, en contrapartida al modo de ser de mi madre, una mujer valiente, generosa y dadora de vida. Dejo un enlace de un articulo de este año, muy bueno tanto de la reseña de la obra como de su fallecida autora:

    https://lanaveinvisible.com/2018/01/16/resena_hombre_hembra/

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  2. Muchas gracias. A veces, la ciencia ficción es sobre todo el arte de lo posible, lo que nos permite imaginar salidas y modos de escapar a este mundo tan real y opresivo.

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  3. Muchas gracias a ti, Miguel Angel, por compartir con nosotros,tu mundo, y tus lecturas y aficciones que forman parte de ti y de tu historia. A veces la ficcion supera con creces a la realidad, de eso ya sabes tu mucho Miguel. Me siento afortunado de poder compartir este espacio, donde poder expresar de forma creativa nuestras emociones y sueños, en definitiva sentir que estamos vivos, y vivir para compartirlo con los demas.

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