Ir al contenido principal

Nada

Y, de repente, te preguntas por qué escribes. De repente, te preguntas todo. Pero escribes. Y sigues hacia delante. Aguantas la respiración y continúas. Porque ahora has aprendido a mantener el aire en tus pulmones. O al menos eso crees. La cabeza debajo del agua. El cuerpo sumergido. En el límite del hundimiento. Pero aún flotando. Porque mientras aguantas la respiración consigues mantenerte a flote. Es extraño. Paradójico. Dejar de respirar para poder seguir viviendo. Es extraño. Paradójico. Como el mundo. Como todo aquello que ahora no puedes ver ni entender. Porque tienes la cabeza debajo del agua. Porque aguantas la respiración. Porque intentas moverte hacia delante con aire en tus pulmones. Porque estás aprendiendo a nadar. Porque hay tantas cosas que no sabes hacer... A tus cuarenta años. Tan viejo, tan niño.

Comentarios