No-Time

No tener tiempo ni siquiera para poder escribir que no tienes tiempo. Sacar unos segundos. Abrir la página de este blog y dejar constancia de eso. De la locura de estos días, de estas semanas, de estos meses, de esta vida. Escribirlo, sin tiempo, para ser consciente de ello. Prometerse buscarlo. El tiempo. Hacerle sitio. Darle espacio. Darle tiempo. Saber que fracasarás por mucho que lo intentes. Pero aun así hacer la promesa. Cambiar de tiempo. Buscar el tiempo. El tiempo perdido. El tiempo robado. El tiempo de vida que ya nadie devolverá.

Decir no. Regresar a Bartleby. Ganar tiempo. Decirlo frente al espejo. Prefería que no. Preferiría que no. Preferiría que no. Repetirlo tres veces. Diez. Cien. Mil. Infinitas. Hasta poder pronunciarlo frente a los otros. Hasta que el propio cuerpo lo diga. El cuerpo entero, gritando: Preferiría que no. En voz baja, pero atronador, contundente, denso, como una muralla inexpugnable. Preferiría que no. Prefería que no. Preferiría que no.

Y, al séptimo día, descansar.


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