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Diálogos a destiempo

–Cuánto tiempo, ¿no?
–Sí, he estado desaparecido.
–¿Haciendo?
–Lo de siempre. Escribir, leer, morir de amor. Esas cosas.
–Ya veo.
–...
–No me mientas, estás jodido; lo intuyo.
–No sé por qué lo dices.
–Porque te conozco. Tu tono. Tus puntos suspensivos. Esas cosas.
–Quizá sí. Quizá un poco. Pero ya está. Afortunadamente.
–Cuenta, hombre, cuenta.
–Si es igual, tampoco importa demasiado. Supongo que es la vida. Unos días te crees Dios y otros, una puta mierda.
–Tampoco es eso.
–Sí. Lo es. Las cosas suben y bajan. De un día a otro. Acabas de follar. Todo es perfecto. Y a los dos minutos el mundo se desmorona.
–Entonces a lo mejor es que todo no era perfecto antes.
–A lo mejor. Pero no importa, no te preocupes.
–Vale. Pues a lo que voy –de hecho es lo único que me interesa ahora–: ¿cuándo acabas tu puta novela?
–Está casi ya.
–Eso llevas diciéndolo unas semanas.
–No. Te lo juro. Ahora sí. Estoy retocándola. Recortando cosas, reiteraciones, repeticiones, fallos.
–Vamos, editando.
–Casi. También hay cosas que quiero enfatizar y que no quedaban muy claras.
–Pues dale ya y entrega. Eso es ponerse.
–Eso quisiera. El problema es sacar tiempo.
–Si estás tocándote los huevos todo el día. Los profesores de universidad no trabajáis.
–Eso lo dices tú.
–No. Lo dices tú. Aunque lo escriba yo.
–Jajaja. Ahí tienes razón toda. Lo digo yo. Pero es mentira. Estoy algo puteado con la asignatura de este año.
–Teoría de la Historia del Arte, dijiste.
–Sí.
–Pero eso lo tienes hecho, hombre.
–Los cojones. Quiero darla bien y se me hacen las tantas preparándola. Y luego, para nada.
–Ya.
–Al final, entre eso, las tutorías, las presentaciones, los compromisos sociales, me queda el tiempo justo para sentarme a escribir.
–Pues bien que ahora te pones a hacer el tonto con este diálogo.
–Lo sé. Pero es que tenía ganas de conversar contigo. Además, has sido tú el que ha empezado. Yo estaba tranquilo escribiendo y has preguntado.
–Porque tú me has llamado. Que yo estaba en el magma de tu inconsciente, dándome un bañito en el Ello.
–Por cierto, ¿cómo va? ¿Hace frío por allí?
–Aún no ha llegado el invierno, pero ya sabes, es lo mismo, el magma está siempre tibio.
–Y lo de la luz... ¿se solucionó?
–Qué va. Seguimos a oscuras. Hasta que no acabes la novela seguimos siendo sombra y abismo.
–Es culpa mía.
–Sí. Lo que es, es. No hay que darle más vueltas.
–Lo siento.
–Lo sentimos todos.
–Prometo acabar y encargarme de que todo se arregle.
–Acuérdate también de lo del trauma, que no se vuelva a repetir.
–Lo intentaré, pero no te garantizo nada.
–Si no lo digo por mí. Hablo de parte de los demás. Nos está machacando.
–Dale tiempo.
–Es intemporal, eterno y algunos días cíclico.
–Ufff, es que así no hay manera.
–No la hay.
–En fin, saluda.
–Saludaré.
–...
–Y tú escribe.
–Escribiré.

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