Como dije en el post anterior, voy a dedicar una serie de entradas a documentar mis impresiones breves a las cosas que voy leyendo estos meses. Seguimos, pues.
Leo El país del miedo, de Isaac Rosa (Seix Barral). Por alguna razón, había ido dejando este libro hasta ahora. Las cosas que había leído de Rosa me habían convencido de que es uno de los escritores más sólidos de su generación. Parece mentira que sea tan joven. Otra maldita historia sobre la guerra civil me pareció una reflexión muy pertinente y lúcida sobre la memoria. Y La mano invisible es también un libro que me fascina. Tanto la prosa, como el tratamiento y, especialmente, los temas que aborda Rosa me parecen de lo más interesante que se escribe actualmente en español. El país del miedo es quizá el libro más accesible de todos los suyos. Y creo que incluso el mejor escrito. Me gustaría escribir con esa prosa contenida, directa, reflexiva, que en ocasiones se introduce lo ensayístico. Es un libro muy inteligente sobre los miedos contemporáneos. Y sobre lo que uno es capaz de hacer para superarlos, si es que eso es posible. Creo que en septiembre llega el siguiente libro de Isaac Rosa, La habitación oscura. Ardo en deseos de leerlo. Es una rara avis en el panorama español. Junto con Gopegui, quizá es de los pocos que se muestran abiertamente comprometidos en su literatura. Está claro que no siempre es necesario hacer literatura claramente política para que los efectos de lo producido sean políticos, pero entre los que lo hacen, Rosa, sin duda, es de los mejores. Y a mí me tiene cautivado.
Como cautivado me tiene también, aunque por otras razones, Luisgé Martín. No había leído nada hasta el momento. Y era un escritor que tenía pendiente. Muchos me habían hablado de La mujer de sombra (Anagrama), pero no había tenido el tiempo de entrar allí. En lugar de por ahí, comencé por el final, La misma ciudad, el último libro de Luisgé. Y he de decir que me sorprendió muy gratamente. Un relato sencillo, pero profundo y muy bien narrado que me recordó muchísimo a Paul Auster. La literatura como una manera de contar historias, historias extraordinarias que, sin embargo, no dejan de ser historias posibles. Esa capacidad narrativa de Luisgé, que hizo que me bebiera el libro en apenas una hora, fue la causante de que me decidiera rápidamente, y casi sin solución de continuidad, a adentrarme en La mujer de sombra. Y ahí descubrí un grandísimo libro, una historia de esas que reverberan, y un acercamiento al abismo que me dejó con muy mal cuerpo. Vamos, lo que uno le pide a la literatura, que lo traquetee y lo despierte. El modo de trabajar con las emociones, la historia de la mujer que cambia por amor, la historia del hombre que cae a las profundidades del fango... Una lectura inolvidable. Perfecta. Sin duda, lo que más me llegó fueron los momentos en los que el narrador se aparta de toda moralidad y entra directamente a explorar la oscuridad y el morbo. Y lo hace de un modo que consigue también despertar la parte más terrible del lector. Hay una imagen casi al final del libro, una imagen que no puedo desvelar, que aún se mantiene latente y que a veces vuelve para perturbarme.
Leo El país del miedo, de Isaac Rosa (Seix Barral). Por alguna razón, había ido dejando este libro hasta ahora. Las cosas que había leído de Rosa me habían convencido de que es uno de los escritores más sólidos de su generación. Parece mentira que sea tan joven. Otra maldita historia sobre la guerra civil me pareció una reflexión muy pertinente y lúcida sobre la memoria. Y La mano invisible es también un libro que me fascina. Tanto la prosa, como el tratamiento y, especialmente, los temas que aborda Rosa me parecen de lo más interesante que se escribe actualmente en español. El país del miedo es quizá el libro más accesible de todos los suyos. Y creo que incluso el mejor escrito. Me gustaría escribir con esa prosa contenida, directa, reflexiva, que en ocasiones se introduce lo ensayístico. Es un libro muy inteligente sobre los miedos contemporáneos. Y sobre lo que uno es capaz de hacer para superarlos, si es que eso es posible. Creo que en septiembre llega el siguiente libro de Isaac Rosa, La habitación oscura. Ardo en deseos de leerlo. Es una rara avis en el panorama español. Junto con Gopegui, quizá es de los pocos que se muestran abiertamente comprometidos en su literatura. Está claro que no siempre es necesario hacer literatura claramente política para que los efectos de lo producido sean políticos, pero entre los que lo hacen, Rosa, sin duda, es de los mejores. Y a mí me tiene cautivado.
Como cautivado me tiene también, aunque por otras razones, Luisgé Martín. No había leído nada hasta el momento. Y era un escritor que tenía pendiente. Muchos me habían hablado de La mujer de sombra (Anagrama), pero no había tenido el tiempo de entrar allí. En lugar de por ahí, comencé por el final, La misma ciudad, el último libro de Luisgé. Y he de decir que me sorprendió muy gratamente. Un relato sencillo, pero profundo y muy bien narrado que me recordó muchísimo a Paul Auster. La literatura como una manera de contar historias, historias extraordinarias que, sin embargo, no dejan de ser historias posibles. Esa capacidad narrativa de Luisgé, que hizo que me bebiera el libro en apenas una hora, fue la causante de que me decidiera rápidamente, y casi sin solución de continuidad, a adentrarme en La mujer de sombra. Y ahí descubrí un grandísimo libro, una historia de esas que reverberan, y un acercamiento al abismo que me dejó con muy mal cuerpo. Vamos, lo que uno le pide a la literatura, que lo traquetee y lo despierte. El modo de trabajar con las emociones, la historia de la mujer que cambia por amor, la historia del hombre que cae a las profundidades del fango... Una lectura inolvidable. Perfecta. Sin duda, lo que más me llegó fueron los momentos en los que el narrador se aparta de toda moralidad y entra directamente a explorar la oscuridad y el morbo. Y lo hace de un modo que consigue también despertar la parte más terrible del lector. Hay una imagen casi al final del libro, una imagen que no puedo desvelar, que aún se mantiene latente y que a veces vuelve para perturbarme.
Aparte del de Rosa, septiembre (y demás meses de la rentrée) es un auténtico lujo de mes editorial.
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