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Ahí arriba

Escribes tu último post del año. Escribes sobre la necesidad del amor. Todo bien. Lo publicas. Es algo ñoño, adviertes después. Pero hay a quien le ha gustado. Y con eso te vale. Después, empieza el año. Lleno de sueños, deseos, felicidad. Lleno de cosas por hacer. Proyectos, cosas buenas por venir. Tu primera novela a punto de ver la luz. La segunda, naciendo. Tienes el argumento, la idea, el título, todo se acomoda. La vida es feliz. Tu matrimonio, genial. Tu familia, lo mejor. Hay cosas que reparar, por supuesto. No todo es idílico, pero lo sobrellevas. El todo es más grande que la parte. La parte aquí no puede arruinar el todo. La vida es un mosaico. Pero entonces llega la mierda. Llega cuando menos te lo esperas. Hoy, temprano, te llaman para decirte que un amigo ha muerto. Un gran chico, joven, más que tú, con ganas de hacer cosas, con futuro, con mucho futuro. Te quedas sentado sin saber qué hacer. La mierda pasa. Shit happens, lo dices en inglés porque llevas dos o tres días repitiendo la frase desde que la oíste en una conferencia. La mierda, la puta mierda, ocurre. La vida es también esto. Lo terrible. Eso que pasa en cualquier momento. En medio de cualquier momento. Te quedas todo el día sin saber dónde estás. Por un momento, incluso no caes en la cuenta de lo afortunado que eres. Ni siquiera piensas en eso que siempre piensas cuando alguien muere: que hay que disfrutar del presente y es necesario vivir cada instante como si fuera el último. Ni siquiera en eso piensas. La mierda te deja sin pensar. La mierda atasca las razones. El cerebro se queda encasquillado. Y sólo puede enunciar el mismo mantra: shit happens. Una y otra vez.  Entonces intentas comprender por qué. Y llegas a la conclusión de que todo es un momento, un instante fatal. Es ahí cuando se decide todo. Un instante en el que uno dice Sí o No. Y ese instante pasa, como la mierda. Es un chasquido. Y después está todo perdido. Qué mierda, colega; ya te vale. Eso también lo dices. Lo dices una y otra vez. Qué mierda; con todo lo que había por delante. Piensas esto. Ahora lo escribes. Y mientras lo haces buscas algo más que decir. Algo que reconforte. Pero esta vez no encuentras nada. Se rompe el discurso, el lenguaje se hace trizas. No valen las palabras. No sirven. Aquí no. En este caso no. En este momento no. Y entonces, inconscientemente, te sale escribir: "suerte chaval por ahí arriba." Escribes "por ahí arriba" y te lo crees. Y vuelves a escribirlo: seguro que allí encuentras grandes artistas para tus exposiciones. "Ahí arriba" están todos los grandes. Y sin saber por qué, al imaginar por un momento la escena, las lágrimas se mezclan con el inicio de una sonrisa, una sonrisa arruinada. Y vuelves a escribir: suerte ahí arriba, colega. Ahí arriba.

Comentarios

  1. que buen relato , me encanta la forma con que escribes. gracias por compartirlo y por deleitarnos en tu blog.

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