La felicidad y lo posible
Queridos amigos, estoy muy contento. Mucho. Algunos lo sabéis ya: mi primera novela, Intento de escapada, será publicada por Anagrama en el primer trimestre del año que viene. Y, además, ha recibido una mención especial del jurado del XXX Premio Herralde. Os podéis imaginar el subidón. No creo que haya droga natural ni de diseño que iguale esto.
Lo de la mención, desde luego, es fantástico. Y que suceda un año en el que el premio va para dos escritorazos como Juan Francisco Ferré y Sara Mesa, ganador y finalista, me alegra aún más. No imagino compañía mejor. Aún lo estoy asumiendo.
De todos modos, el verdadero premio para mí es publicar en Anagrama. Y eso sí que me da vértigo. Poder estar en el mismo catálogo en el que han publicado Vila-Matas, Bolaño, Chirbes, Piglia... la mayoría de los escritores que más admiro es algo que está, incluso, más allá de lo soñado. Más allá, es cierto; pero, curiosamente, también más acá. Porque mentiría si dijera que, por muy inalcanzable que la cosa pareciese a priori, no lo había pensado en alguna ocasión. De hecho –y esta es una confesión que solo os haré a vosotros–, justo en el momento en el que comencé a escribir la novela, le dije a mi mujer: esto es para Anagrama. Incluso –como buen maniático de los diseños que soy– la escribí con la maquetación de los libros de la colección Narrativas Hispánicas, imaginando en todo momento que si los deseos se cumplieran y tuviera que pedir algo al genio de la lámpara, esta editorial sería el contexto ideal, la compañía perfecta, e incluso la comunidad de lectores soñada para el libro. Llegué –y eso me da aún más vergüenza confesarlo– a diseñar varias portadas del libro con el formato de las de Anagrama que visualizaba a veces antes de irme a dormir. Algún día las enseñaré.
Por supuesto –y aunque esto ya lo sabía antes– una vez acabada la novela me di cuenta de que la cosa era mucho más difícil y que en el fondo todo eso eran deseos imposibles de cumplir –exactamente igual que cuando uno se imagina en la cama con Monica Bellucci–. Así que ni se me pasó por la cabeza aspirar a Anagrama y comencé por otros lugares que creía más accesibles. Curiosamente, fue entonces cuando el camino comenzó a hacerse muy cuesta arriba. Bastante más de un año de silencios editoriales: ya no es que me dijeran que no –algo de eso también hubo–, es que la novela no conseguía ser leída. Y yo solo quería eso, que alguien la leyera con cierto sosiego. Ése es, creo yo, el verdadero drama del escritor novel; no el rechazo, sino la imposibilidad de llegar a ser tenido en cuenta. Casi desisto, lo digo de verdad. Sobre todo porque en el fondo no me dedico a esto; lo hago por puro placer. Y no quería que se convirtiera en una obsesión –lo de publicar, digo; escribir ya lo es bastante.
Pero no está todo perdido. Y esto es un mensaje de ánimo para los escritores primerizos. La cosa está chunga; pero hay que seguir insistiendo. Si la obra merece la pena, tarde o temprano –por lo general, más tarde que temprano– acaba llegando a algún lugar. Si hay suerte, a un gran lugar. Si hay menos, a otro menor. Pero desde luego, si merece la pena, acaba llegando. Esto es lo que yo me decía para animarme, aunque no me lo creía del todo. Ahora lo puedo afirmar. Si crees que vale, insiste, insiste, una y otra vez. Ya lo escribió Beckett: "Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor".
Cada silencio, cada rechazo, ha sido en el fondo un acicate también para volver sobre el libro y darle vueltas y vueltas. Mejorar. Enviar. Volver a fracasar. Volver a mejorar. Volver a enviar. Fracasar una vez más. Y así durante bastante tiempo. Escuchar consejos, revisar, cambiar cosas, mirar de nuevo... No darse nunca por vencido. A veces lo imposible solo es imposible porque no pensamos que puede ser posible.
Lo de la mención, desde luego, es fantástico. Y que suceda un año en el que el premio va para dos escritorazos como Juan Francisco Ferré y Sara Mesa, ganador y finalista, me alegra aún más. No imagino compañía mejor. Aún lo estoy asumiendo.
De todos modos, el verdadero premio para mí es publicar en Anagrama. Y eso sí que me da vértigo. Poder estar en el mismo catálogo en el que han publicado Vila-Matas, Bolaño, Chirbes, Piglia... la mayoría de los escritores que más admiro es algo que está, incluso, más allá de lo soñado. Más allá, es cierto; pero, curiosamente, también más acá. Porque mentiría si dijera que, por muy inalcanzable que la cosa pareciese a priori, no lo había pensado en alguna ocasión. De hecho –y esta es una confesión que solo os haré a vosotros–, justo en el momento en el que comencé a escribir la novela, le dije a mi mujer: esto es para Anagrama. Incluso –como buen maniático de los diseños que soy– la escribí con la maquetación de los libros de la colección Narrativas Hispánicas, imaginando en todo momento que si los deseos se cumplieran y tuviera que pedir algo al genio de la lámpara, esta editorial sería el contexto ideal, la compañía perfecta, e incluso la comunidad de lectores soñada para el libro. Llegué –y eso me da aún más vergüenza confesarlo– a diseñar varias portadas del libro con el formato de las de Anagrama que visualizaba a veces antes de irme a dormir. Algún día las enseñaré.
Por supuesto –y aunque esto ya lo sabía antes– una vez acabada la novela me di cuenta de que la cosa era mucho más difícil y que en el fondo todo eso eran deseos imposibles de cumplir –exactamente igual que cuando uno se imagina en la cama con Monica Bellucci–. Así que ni se me pasó por la cabeza aspirar a Anagrama y comencé por otros lugares que creía más accesibles. Curiosamente, fue entonces cuando el camino comenzó a hacerse muy cuesta arriba. Bastante más de un año de silencios editoriales: ya no es que me dijeran que no –algo de eso también hubo–, es que la novela no conseguía ser leída. Y yo solo quería eso, que alguien la leyera con cierto sosiego. Ése es, creo yo, el verdadero drama del escritor novel; no el rechazo, sino la imposibilidad de llegar a ser tenido en cuenta. Casi desisto, lo digo de verdad. Sobre todo porque en el fondo no me dedico a esto; lo hago por puro placer. Y no quería que se convirtiera en una obsesión –lo de publicar, digo; escribir ya lo es bastante.
Pero no está todo perdido. Y esto es un mensaje de ánimo para los escritores primerizos. La cosa está chunga; pero hay que seguir insistiendo. Si la obra merece la pena, tarde o temprano –por lo general, más tarde que temprano– acaba llegando a algún lugar. Si hay suerte, a un gran lugar. Si hay menos, a otro menor. Pero desde luego, si merece la pena, acaba llegando. Esto es lo que yo me decía para animarme, aunque no me lo creía del todo. Ahora lo puedo afirmar. Si crees que vale, insiste, insiste, una y otra vez. Ya lo escribió Beckett: "Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor".
Cada silencio, cada rechazo, ha sido en el fondo un acicate también para volver sobre el libro y darle vueltas y vueltas. Mejorar. Enviar. Volver a fracasar. Volver a mejorar. Volver a enviar. Fracasar una vez más. Y así durante bastante tiempo. Escuchar consejos, revisar, cambiar cosas, mirar de nuevo... No darse nunca por vencido. A veces lo imposible solo es imposible porque no pensamos que puede ser posible.
Enhorabuena, M.A.
ResponderEliminarMe encantará leerte en el nuevo género (tras el ensayo, la micronarrativa, el periodismo, la escritura del duelo...).
Muchas felicidades.
Hacer algo con algun sentido hoy en dia es no dificil sino una tarea titanica.........este trabajo sobre el historiador benjaminiano creo que es imprescindible hoy en dia, y por lo tanto me interesa personalmente y como le he oido comentar a MAN no como obra puntual e individual sino como proyecto, como camino, como puente tendido a la posibilidad..........
ResponderEliminarNo estoy de acuerdo con todos los trabajos de MAN pero tal vez no es momento ni lugar para emprender una reflexion, en cuanlquier caso, siu algo saco de las palabras de MAN es que aunque parezca mentira aun merece la pena tomarse en serio lo que uno hace, ya sea nivel personal o a nivel colectivo.......mi conclusion; vamos juntos a "luchar" - emprender, por lo poco que nos queda..............enhorabuena MAN, me sigues teniendo entre tus amigos y lectores, aunque siempre con sentido critico.....
Una hermosa entrada, optimista e inspiradora. Casi me convences. Luego he caído en la cuenta de que su autor no es cualquiera y de que la novela que él escriba estará siempre mucho más preparada para superar todos esos obstáculos que la que puedan escribir la gran mayoría de esa inmensa minoría que convenimos en llamar escritores primerizos. Lógico, por otra parte. Por cierto que donde dice novela puede leerse cuentos o relatos, y donde dice puedan puede leerse podamos.
ResponderEliminarYo, por mi parte, hace tiempo que me instalé en el fracasa otra vez, fracasa mejor y me va bien. No llego a estas cotas de felicidad que aquí se describen, y que casi puedo comprender, pero estoy razonablemente contento.
Eso sí, tu reflexión suena sincera y me transmite optimismo y ganas. Sin ironías de ningún tipo
Genial, Miguel Ángel.
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=0ehPtGL6uHA&feature=related
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