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Punto y final

[Por varias "razones" dejo mi columna semanal de La Razón. Entre otras cosas, estoy cansado de la obligación de escribir semanalmente, tenga o no cosas que decir. Tampoco es que me encuentre muy cómodo con las últimas portadas, la verdad. Aunque al final yo escribía de lo que quería y nunca me tocaron una palabra. Por supuesto, el medio condiciona el mensaje, eso lo sabemos. Pero también es cierto que hay un momento en el que el mensaje es casi anulado cuando el medio se hace tan visible. En cualquier caso, os copio aquí mi despedida]

Hace cinco años que comencé “teorías de helarte”. Y, durante este tiempo, he hablado aquí de arte, de libros, de cultura, de política y prácticamente de todo lo que se me ha pasado por la cabeza –incluso de nada, en más de una ocasión–. Esta columna me ha servido de toma de contacto con la realidad más allá de los textos académicos –que apenas leen los especialistas– y me ha enseñado a escribir en un tono coloquial que me ha aclarado muchas de las ideas que en mi cabeza estaban demasiado enmarañadas.

 Al mirar ahora hacia atrás y ver lo que he ido diciendo semana tras semana, me he dado cuenta también de que este lugar ha sido una especie de crónica de los sitios por los que ha transcurrido mi vida. He escrito columnas desde Pekín, Shanghái, Montevideo, Santo Domingo, Ámsterdam, París, Roma, Nueva York, Oslo... Muchas de ellas, a la carrera entre avión y avión. Otras, en plan antropólogo murciano fascinado con el mundo que veía, especialmente las que escribí en mis estancias en Estados Unidos. Y, por supuesto, la mayoría de los textos han sido escritos desde esta Murcia querida, intentando dar cuenta de los entresijos de la vida cultural de una ciudad de provincias.

Pero ha llegado el momento de poner punto y final. Ha sido un placer escribir aquí. Y hacerlo sin que jamás se me haya tocado una coma, aunque mis opiniones, la mayoría de veces, hayan sido disidentes y gamberras. No puedo, por tanto, sino estar agradecido por esta oportunidad. Pero todo en la vida ha de tener un tiempo. Y uno debe saber cuando acabar y cerrar un periodo. Escribir tanto no puede ser bueno. A veces es necesario callar para encontrar algo que decir.

[Publicado en La Razón, 11 de mayo de 2012]

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