Un prójimo y un jabalí
Hoy viernes, a las 10h, en el Círculo de Bellas Artes, soltaré un conferencia que intuyo que aburrirá a las cabras. Eso lo sabe uno incluso antes de que se produzca. Leyendo lo que he escrito, yo mismo me he amuermado. Pero ya es demasiado tarde. No hay vuelta atrás. La ética del comisario. Una reflexión infumable sobre la responsabilidad curatorial que me ha quedado excesivamente abstracta. Quizá como lectura pueda salvarse, pero como charla creo que no va a ser resistible. Y menos un viernes a las diez de la mañana, siendo, además, la última jornada de un ciclo que dura ya dos semanas.
En fin, ya veremos cómo acaba la cosa. Si veo que cunde el sueño y los ronquidos, siempre puedo contar la anécdota de este viaje a Madrid, que nos ha retrasado el tren dos horas y pico. Y es que ayer, a la altura de Agramón, el tren atropelló a un jabalí que se cruzó en la vía y el impacto fue tal que la máquina quedó totalmente inhabilitada. Tuvimos que esperar allí en medio de la nada hasta que unos autobuses nos llevaron a Albacete, donde nos pusieron un AVE, y aquí hay que decir que RENFE tuvo un detalle, y la tripulación, excepcionalmente, se portó con gran profesionalidad.
Lo realmente interesante de todo esto, y lo que sí que merece la pena reseñar, es que durante las apenas dos horas de espera e incertidumbre, uno acaba haciéndose amigo del pasaje. Y tras el viaje, nos ha faltado darnos los teléfonos. Está claro que en las situaciones difíciles el sentido de comunidad se agudiza. Si esto ha ocurrido hoy, que no era casi nada, me imagino el sentido de unión, de pueblo, de humanidad que tiene surgir después de una catástrofe de verdad. Es una pena que la cosa tenga que ponerse chunga para que reconozcamos en el otro a un prójimo.
En fin, ya veremos cómo acaba la cosa. Si veo que cunde el sueño y los ronquidos, siempre puedo contar la anécdota de este viaje a Madrid, que nos ha retrasado el tren dos horas y pico. Y es que ayer, a la altura de Agramón, el tren atropelló a un jabalí que se cruzó en la vía y el impacto fue tal que la máquina quedó totalmente inhabilitada. Tuvimos que esperar allí en medio de la nada hasta que unos autobuses nos llevaron a Albacete, donde nos pusieron un AVE, y aquí hay que decir que RENFE tuvo un detalle, y la tripulación, excepcionalmente, se portó con gran profesionalidad.
Lo realmente interesante de todo esto, y lo que sí que merece la pena reseñar, es que durante las apenas dos horas de espera e incertidumbre, uno acaba haciéndose amigo del pasaje. Y tras el viaje, nos ha faltado darnos los teléfonos. Está claro que en las situaciones difíciles el sentido de comunidad se agudiza. Si esto ha ocurrido hoy, que no era casi nada, me imagino el sentido de unión, de pueblo, de humanidad que tiene surgir después de una catástrofe de verdad. Es una pena que la cosa tenga que ponerse chunga para que reconozcamos en el otro a un prójimo.
No te falta razón. Precisamente, lo que solemos reconocer en el otro es un jabalí
ResponderEliminarQuerido mahn, ya hablaremos una tarde con calma de la idea que me contaste para el libro que yo te dije que podía ser una miniserie de TV, pero con lo del tren ya tienes para otro argumento.
ResponderEliminar¿Y si nadie viene a rescatar a los pasajeros? ¿y si no hay cobertura? ¿y si el accidente tiene lugar en medio de un alto puente del que los pasajeros tampoco pueden escapar...?
Yo lo dejo ahí.