Reading dead
Cosas que tienen muy poco sentido y que solo pasan en julio. Estar un sábado por la tarde, disfrutando tranquilamente de la lectura de Butes, el magnífico libro de Pascal Quignard, y de repente, sin saber muy bien por qué, salir disparado hacia la FNAC a comprar una novela de zombies. Llegar allí y comprar directamente Feed, de Mira Grant, una señora que cree firmemente en el Apocalipsis zombie. Y ha escrito un libro que tiene una pinta espantosa, pero, por alguna oscura razón, estoy deseando leer. Casi tanto, como que vuelva Walking Dead, una serie de muertos vivientes a la que, al principio, no le vi la gracia .
En cualquier caso, esta tarde, para aprovechar el viaje, de camino a la caja he comprado también una serie de libros de todos los colores cuya lógica tampoco acabo de comprender:
El túnel, de Ernesto Sábato;
Deseo de ser punk, de Belén Gopegui;
Sin sangre, de Alessandro Baricco;
Snuff, de Chuck Palahniuk;
Acceso al comportamiento, de Antonio Doñate;
Viaje de invierno, de Amelie Nothomb;
Ruido de fondo, de Don DeLillo.
Y todo esto pasa después de que anoche devorase compulsivamente Contrapunto, de DeLillo. No sé cómo he podido dejar pasar esta pequeña joya sobre Bernhard, Gould, Monk, la música y la literatura. Y también después de que haya disfrutado con la lectura Los ingrávidos, de Valeria Luiselli, y que siga haciéndolo con Bélgica, de Chantal Maillard y con los cuentos de Antes de las jirafas, de Matías Candeira.
Y, por supuesto, después de haber degustado tres libros absolutamente centrales sobre los que escribiré aquí con más detalle las próximas semanas: Alma, de Javier Moreno; Formas de volver a casa, de Alejandro Zambra; y El espíritu de los padres sigue subiendo en la lluvia, de Patricio Pron. Aunque parezca una coincidencia, en todos ellos, como en el de Luiselli o incluso como en Bélgica, nos encontramos con un recuento de las cosas, con una vuelta a pensar el origen, con un ajuste de cuentas. Como dice el personaje de Los ingrávidos, allí hay "formas de recordar el futuro".
Pero eso ya lo contaré. Ahora sólo importa que estaba leyendo un texto sublime como el de Quignard y he acabado comprando una novela de zombies y cenando un doble cheese bacon en el Burger King. Y que no alcanzo a entender la razón de todo esto.
En cualquier caso, esta tarde, para aprovechar el viaje, de camino a la caja he comprado también una serie de libros de todos los colores cuya lógica tampoco acabo de comprender:
El túnel, de Ernesto Sábato;
Deseo de ser punk, de Belén Gopegui;
Sin sangre, de Alessandro Baricco;
Snuff, de Chuck Palahniuk;
Acceso al comportamiento, de Antonio Doñate;
Viaje de invierno, de Amelie Nothomb;
Ruido de fondo, de Don DeLillo.
Y todo esto pasa después de que anoche devorase compulsivamente Contrapunto, de DeLillo. No sé cómo he podido dejar pasar esta pequeña joya sobre Bernhard, Gould, Monk, la música y la literatura. Y también después de que haya disfrutado con la lectura Los ingrávidos, de Valeria Luiselli, y que siga haciéndolo con Bélgica, de Chantal Maillard y con los cuentos de Antes de las jirafas, de Matías Candeira.
Y, por supuesto, después de haber degustado tres libros absolutamente centrales sobre los que escribiré aquí con más detalle las próximas semanas: Alma, de Javier Moreno; Formas de volver a casa, de Alejandro Zambra; y El espíritu de los padres sigue subiendo en la lluvia, de Patricio Pron. Aunque parezca una coincidencia, en todos ellos, como en el de Luiselli o incluso como en Bélgica, nos encontramos con un recuento de las cosas, con una vuelta a pensar el origen, con un ajuste de cuentas. Como dice el personaje de Los ingrávidos, allí hay "formas de recordar el futuro".
Pero eso ya lo contaré. Ahora sólo importa que estaba leyendo un texto sublime como el de Quignard y he acabado comprando una novela de zombies y cenando un doble cheese bacon en el Burger King. Y que no alcanzo a entender la razón de todo esto.
Me gustaría leer tu opinión sobre Ernesto Sábato, aunque para leerlo de verdad es absolutamente necesario "Sobre héroes y tumbas"
ResponderEliminarPues confieso que no he leído nada de Sábato. Entre las miles de cosas que tengo pendientes, siempre he ido posponiendo a este hombre.
ResponderEliminarEl túnel, por lo que llevo leído, no es nada del otro mundo Entendiendo el otro mundo como una gloria sólo alcanzable para unos pocos. Pero intuyo que 'Sobre héroes y tumbas' es otra cosa. Quizá en este verano me atreva. Y entonces escribiré, por supuesto, mi opinión.
Ahora entiendo porqué has cerrado tu cuenta en Facebook.
ResponderEliminarPor cierto que, a mi modesto e indocumentado entender, los tres Sábatos si son algo de otro mundo. Al menos, de otro mundo distinto al mundo en el que me muevo yo.
Mahn, tienes el enlace a Caosmosis y,según veo, parece que no funciona. ¿Se sabe si va a volver a ser operativo?
ResponderEliminarEs(¿era?) un sitio web increíble y muy útil.
Muchas gracias.
Pareces una víctima más de la 'filosofía zombi', de Jorge Fernández Gonzalo. Tras su lectura incluso a mí me han entrado ganas de ver alguna peli de zombis. Una actitud muy zombi, por otra parte. En cuanto a Butes, eso es punto y aparte. Una verdadera sirenología. Quignard es fascinante, como el canto de las mismas sirenas.
ResponderEliminar¿Qué El Tunel no es nada del otro mundo?... definitivamente le voy a acabar por perder el respeto, a pesar de la nota...
ResponderEliminarBueno, está claro, su relación con el asunto muerte es bastante estrecha, tan estrecha que es capaz de perder el pudor intelectual y lanzarse a por las cuestiones zombies, de las que yo no sé absolutamente nada... Sábato fue un hombre que siempre tuvo la palabra y el hecho muerte metido entre las carnes.
Ya lo de la chesse burguer... bueno teniendo en cuenta que uno puede tener una experiencia cercana a la muerte si abusa de esta comida tan extraordinaria... pues ahí estaría la conexión y la explicación racional que tanto ansía vuecencia.
Pues ahora mismico acabo de acabar El túnel. Y me reafirmo. Supongo que será la época, el momento... pero no me parece una obra maestra. Habrá que leerla en contexto y todo lo que se quiera, pero (para mí) no pasa de ser un libro normalejo. Por supuesto, ya quisiera yo escribir alguna vez en mi vida algo que estuviese siquiera a la mitad de esa obra. Pero yo no soy un genio de la literatura. Y supuestamente Sábato sí lo era. Así que esperaba algo más. Por eso me voy a comprar corriendo "Sobre héroes y tumbas" a ver si encuentro al gran escritor y logro formarme una opinión más correcta.
ResponderEliminarPara mi Sábato es definición de LITERATURA (con mayúsculas) y con Sobre héroes y tumbas lo demuestra, espero que lo disfrutes.
ResponderEliminarHablando en serio, uno no está obligado a hacer reverencias ante lo señalado como obra maestra, es lo que tiene la cosa artística; yo respeto la obra de Messiaen, pero no la escucho, prefiero Ravel a Debussy...
ResponderEliminarTotalmente deacuerdo con el hecho de que hay momentos en los que una obra nos llama más la atención y se trata del aspecto subjetivo de la apreciación.
Ahora, no me parece muy objetivo decir que El tunel es normalejo si, al mismo tiempo, admitimos que ya nos gustaría escribir media línea como Sábato....
Y qué tal los rusos?, Yo siempre recomiendo La almas muertas, de Gogol, muy apropiado para el verano
En una foto de 1995 Hugh Grant se preguntaba algo parecido. Curioso cómo en ambos casos vuestras incertidumbres se alimentan de comidas rápidas.
ResponderEliminarMe permito una sugerencia al hilo de tus lecturas: "La resistencia", de Sábato, muy recomendable en el contexto panfletario de los Hessel and company.
ResponderEliminar