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La catástrofe cercana

Hoy no es posible escribir de otra cosa. El terremoto de Lorca nos ha sacudido en todos los sentidos. Desde luego, no es el de Japón o el de Chile. Ni la magnitud del seísmo, ni las consecuencias –afortunadamente para nosotros– son las mismas. Sin embargo, la cercanía hace que la conmoción se note mucho más. Uno ve las imágenes en los diarios o en la televisión y no acaba de creérselo. Los coches rotos, los edificios caídos, las imágenes –terribles y denunciables– de los cadáveres en el suelo, sepultados… Parecen instantáneas de un país lejano.

Hay una especie de imposibilidad de ajuste entre las imágenes –siempre lejanas– y la realidad –tan cercana–. En alguna ocasión he escrito aquí de la relación de las imágenes de la catástrofe con lo sublime y con la idea de que sólo es posible la catarsis de las imágenes si la vida de uno no corre peligro, si existe un distanciamiento. El imaginario del desastre es siempre, imaginario del desastre del otro, de lo alejado, de lo que nos permite la justa distancia para estar a salvo.

Cuando vemos las imágenes del seísmo de Lorca, cuando conocemos y estamos tan cerca de lo ocurrido, cuando “nos podría haber pasado a nosotros”, lo sublime se suspende y se torna siniestro y perturbador. Ya no encontramos manera alguna de ajustarnos a esa imagen que presupone distanciamiento. Las cosas entonces cambian por completo. Y en cada imagen nos sentimos aludidos, punzados, tocados. Y se nos saltan las lágrimas. Aunque no sea tan terrible como Japón, aunque no sea tan devastador como en Chile. Pero no se puede remediar. Por mucho que queramos pensar de otro modo, como reza el dicho popular, “a cada uno le duele lo suyo”.

[Publicado en La Razón, 13-5-11]

Comentarios

  1. Trabajé unos años en Lorca. La oficina a la que trabajaba estaba en una calle en la que hubo tres fallecidos. Diez minutos después de sentir el temblor en mi piso de Murcia, con caida del trípode de la cámara incluída, pude ver esa calle tan familiar y los fallecidos en la televisión.
    Es una sensación difícil de explicar y una suerte de temor difícil de definir, cuando notas que todo tiembla, no como otras veces sino con más intensidad y durante más tiempo. Y cuando ves las consecuencias que ha tenido a 75 km de donde estabas...

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