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(Ar)cosas

Me dicen algunos amigos que escriba sobre Arco y que les cuente lo que vi. Y a mí, si os digo la verdad, no me apetece nada. Arco me cansa, como me cansan todas las ferias de arte. Y me cansa porque no voy a comprar nada. Y entonces me aburro. Quizá vaya siendo el momento ya de que nos demos cuenta de que Arco no es un lugar para ver cosas. Allí se va a comprar, y ya está. El problema es que todavía seguimos confundiendo churras con merinas, y creemos que aquello es una exposición. Y nos pegamos el viaje padre a Madrid y perdemos las rodillas y la espalda echando horas y horas de viacrucis por los pasillos para acabar diciendo: "pues nada nuevo bajo el sol".

Yo, lo confieso, voy a Arco a encontrarme con la gente, a ver a los amigos que hace tiempo que no veo y, para qué negarlo, a correrme alguna fiestecilla que otra. Pero no a ver arte. Porque, desde luego, no es el lugar. Es curioso que haya gente que en todo el santo año no entra a una galería de arte y luego agarra el bus a Madrid a ver Arco. ¿Por qué? Porque hay que ir. Porque allí, aunque no compremos obras de arte, parece que compramos lo que Bourdieu llamaba "capital simbólico". Es decir, que hay que ir para estar en la pomada.

Luego, es cierto, lo que se ve por los pasillos sirve para hacerse una idea de lo que se vende y lo que se lleva. Es curioso que Arco siempre coincida con la Pasarela Cibeles. Son la misma cosa. Cuestión de tendencias. Especulación pura y dura. Decoración. Pero más grave en el caso del arte, que a veces pretende ser lo que no es. Al menos los diseñadores de Cibeles no son cínicos e hipócritas y no dicen que quieren cambiar el mundo con sus trajes.

Lo único que me ha sorprendido de Arco para bien este año es que haya desaparecido la moqueta de los pasillos. Sin lugar a dudas, este ha sido el salto cualitativo más relevante desde hace muchos años. Esa moqueta que ha deglutido a generaciones de progres y gafapastas (entre los que incluyo) ha pasado a mejor vida. Y los cuerpos lo agradecen.

Y, por último, me llama la atención que en Arco (pero también en otras ferias de este año) apenas haya vídeo. Por supuesto, alguna pantalla se encuentra uno por las esquinas. Pero mucho menos que otros años. Es curioso que ese mismo formato que desaparece de las ferias sea el que pueble las bienales y grandes exposiciones de arte contemporáneo (véase el ejemplo de Manifesta, que como alguien dijo, cabía en un pendrive). Fácil de transportar, instalar, más barato y menos problemático que la pintura o la escultura. Pero difícil de vender (más difícil que la pintura, la escultura o, incluso, que la fotografía).

Visto lo visto, es posible entonces sacar como conclusión que hay un nuevo factor (aparte de los obvios) para explicar fácilmente a los alumnos la diferencia entre bienal y feria. Si hay mucho vídeo, es bienal; si no, feria. Fijo.

Comentarios

  1. Yo llegué a tu misma conclusión en el 2000. De hecho no lo piso desde entonces. Si quiero ver Arte, me voy a una galería o un museo que es su sitio para verlo (a no ser que sea un site specific). Ir a Arco es como ir al Rastro, montones de obras amontonadas sin ningún criterio...

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  2. de algun modo terminan siendo asi los festivales, coloquios y feria de arte?

    nada bueno o que valga la pena
    so pretexto d ever a la gente que conocemos o que vimos...

    no se.. pero a veces ciertas muestras dejan tanto que desear y luego nos apabullan con la cantaleta de que porque esta en un museo o una galeria es arte

    ... aunque no estemos de acuerdo

    es subjetivo...

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  3. Si hay mucho vídeo, es bienal; si no, feria. Fijo. Yo no sé nada de arte, pero ese final lapidario es magnífico. Y desde mi osada ignorancia, estoy por aventurar que tiene mucha pinta de ser una verdad como un templo

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  4. Arco, sigue los pasos de la Fiac, se está convirtiendo en un funeral.

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