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Regresar

Creo que era Vila-Matas quien sugería que hay varias formas de volver y que la mejor de todas es, sin duda, no partir. También se podría decir lo contrario: que hay muchas maneras de quedarse, y que la mejor de todas, probablemente, sea regresar. Y es que cuando uno regresa a casa tras un largo período de tiempo, parece que no llega a regresar del todo. Hay algo que queda varado para siempre, a medio camino entre el lugar en el que se está y el lugar en el que se ha estado. Si uno lo piensa bien, toda partida es una pequeña pérdida. Una pérdida minúscula que, en cierto modo, adelanta esa gran pérdida a la que todos tememos. Toda despedida es una puesta en escena (por lo general, inconsciente) de la transitoriedad y fugacidad de la existencia. Decimos adiós porque sabemos de la posibilidad de no volver a encontrarnos. Toda nuestra vida está articulada en torno a la dialéctica presencia / ausencia, estar y no estar. Ya lo advirtió Freud al observar a su nieto jugar con una bobina de hilo que tiraba lejos para luego recuperarla: allí / aquí, lejos /cerca. La alegría del reencuentro trae siempre consigo la posibilidad de la pérdida. Por eso, en todo regreso hay un componente melancólico. Uno siempre vuelve con el rostro entristecido. No importa que se llegue al Paraíso, no importa que apenas se deje nada atrás, la melancolía nos viene a buscar, y se esconde tras los abrazos y las sonrisas. Todo volver, por tanto, es también un quedarse. Y todo reencuentro, en el fondo, no es sino la constatación de una pérdida irreparable.

Por cierto, regresé.

[Publicado en La Razón, 25/06/2010]

Comentarios

  1. siempre he odiado las despedidas... ahora más que nunca.

    pero me alegro de que hayas vuelto

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  2. En la conciencia de la partida está la imposibilidad del regreso.

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  3. En la conciencia de la partida está la imposibilidad del regreso.

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  4. "Decimos adiós porque sabemos de la posibilidad de no volver a encontrarnos"

    Yo por eso siempre digo "hasta luego".

    Bienvenido.

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  5. Muy buena entrada-artículo.
    El regreso, las despedidas, pfff...sí, las pautas que marcan un camino-viaje. Son tomas de conciencia y a la vez pérdida de sentido. Hasta hay alegría en las despedidas. Creo que se trata, en efecto, de regeneración y no de polvos de estrellas que dejamos. Para mí, el volver y el irse son momentos temidos. Y desafíos a la vez. Adrenalina. Y a la vez, creo que les dedicamos demasiado tiempo.
    Me despido pidiendo la autorización de regresar por este blog.
    Ciao

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  6. Gracias a todos por los comentarios. Yo ahora comienzo a creer que quizá Ulises demoró su regreso porque no quería enfrentarse a esa pérdida irrecuperable. Y Penélope tuvo, sin duda, que darse cuenta de su melancolía. Es más, pienso que, secretamente, Penélope esperaba que el regreso nunca tuviese lugar. El reencuentro debe ser pensado como el gran drama de la existencia, el momento en el que uno toma consciencia de que ya nada volverá a ser lo mismo, aunque todo siga exactamente igual.

    Por cierto, Sam, por supuesto, regresa cuando quieras. La melancolía siempre será bienvenida a este no(ha)lugar-

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