Déjà vu
Supongo que toca escribir sobre la Navidad. Lo suyo sería escribir sobre los mismos tópicos de siempre, las mismas anécdotas y los mismos argumentos: la banalización de la Navidad, la pérdida del sentido religioso y la conversión en una excusa para el consumo desaforado, o incluso la idea de la Navidad como un tiempo melancólico en el que recordamos a los que ya no están. La verdad es que, por mucho que uno quiera escribir sobre cosas nuevas, no puede dejar de caer en la repetición de lo mismo. Y, pensándolo bien, es precisamente esta idea, la de repetición, sobre la que se debería reflexionar en un tiempo como este. Aunque a veces observemos el curso del tiempo como una estructura lineal, que va desde el pasado al futuro, el mundo se repite constantemente.
El tiempo cíclico de las fiestas nos recuerda que hay cosas que nunca cambian, que, por mucho que avancemos, siempre estamos en el mismo lugar. Lo cíclico y lo repetitivo nos sirve también para frenar el vértigo de la historia, el abismo del desconocimiento absoluto del tiempo. Es una estructura de anclaje que nos permite habitar el mundo sin temor. Pero también es algo que nos puede conducir a la náusea de la repetición, a la sensación del déjà vu perpetuo, algo que se acentúa aún más en estas fechas. Cada vez que uno abre el periódico o mira la televisión, parece que nada ha cambiado: la mismas noticias, la alegría de los que han ganado la lotería, los belenes, las inocentadas… Todo recuerda a todo. Y uno tiene la sensación de vivir en «el día de la marmota», sólo que, en lugar de atrapado en un día, vive atrapado en un año, y así lo nota menos.
[Publicado en La razón, 26/12/09]
El tiempo cíclico de las fiestas nos recuerda que hay cosas que nunca cambian, que, por mucho que avancemos, siempre estamos en el mismo lugar. Lo cíclico y lo repetitivo nos sirve también para frenar el vértigo de la historia, el abismo del desconocimiento absoluto del tiempo. Es una estructura de anclaje que nos permite habitar el mundo sin temor. Pero también es algo que nos puede conducir a la náusea de la repetición, a la sensación del déjà vu perpetuo, algo que se acentúa aún más en estas fechas. Cada vez que uno abre el periódico o mira la televisión, parece que nada ha cambiado: la mismas noticias, la alegría de los que han ganado la lotería, los belenes, las inocentadas… Todo recuerda a todo. Y uno tiene la sensación de vivir en «el día de la marmota», sólo que, en lugar de atrapado en un día, vive atrapado en un año, y así lo nota menos.
[Publicado en La razón, 26/12/09]
A mí, sin embargo, el tiempo de Navidad nunca me produce esa sensación de déjà vu. Es un tiempo propenso a los recuerdos, y precisamente por eso ninguna Navidad es como las anteriores. Yo recuerdo bien cuando la Navidad era todo por delante, nada por detrás. Desde entonces, la Navidad nunca es igual; es cada año un poco peor
ResponderEliminar