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Lecturas de verano

Ya está casi. Apenas quedan dos o tres cositas para acabar y dedicarme de pleno a la lectura durante unos días. Una pila de libros me espera, la mayoría literatura ligera para pasar el rato. Mientras tanto, después de acabar el excelente Tengo una pistola, de Enrique Rubio, esta semana he acabado dos libros que han decepcionado sobremanera. El primero es Génesis, de Bernard Beckett (Salamandra), una tontería pseudofilosófica que sólo se salva por sus últimas cinco páginas y su desenlace inesperado. El segundo no hay manera de salvarlo por ningún lado. El monógamo, de Arnon Grunberg (Tusquets). Lo único bueno es que se lee rápido. En una hora y poco se lo puede uno ventilar. El caso es que pintaba bien, y que tiene alguna reflexión que merece la pena, pero se nota mucho que es un libro apresurado al que se le podía haber sacado mucho provecho. De todos modos, a pesar de que no me ha gustado nada, me he quedado con ganas de leer algo más de este autor. Hay algo en su escritura que me ha dejado con esa inquietud.

Ahora estoy acabando Jerusalén, de Gonçalo Tavares. Me está fascinando. Obra maestra, como todo lo del portugués. Me recuerda mucho a Ricardo Menéndez Salmón. Ambos se han convertido en mis autores "jóvenes" favoritos. Escritores que escriben los libros que uno quisiera haber escrito.

Y en los ratos libres, voy leyendo los relatos de Estoy desnudo, de Yasutaka Tsutsui. Hacía tiempo que no me reía tanto con un libro. Este japonés es un maestro del disparate. En cuanto lo acabe creo que saldré a buscar Los hombres salmonela en el planeta Porno.

Ay, el verano. Pocas cosas me satisfacen más en esta vida que encontrar unos días, aunque sean sólo unos, para dedicarme a leer compulsiva y obscenamente. Disfruto tanto que creo que tiene que ser pecado. Gula lectora.

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