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Imágenes con el pesar de todos

Primera asignatura finalizada: Fuentes iconográficas de las artes plásticas. Hemos acabado con una reflexión sobre la catástrofe y las posibilidades que tiene el arte para representar el dolor y la devastación sin caer en la morbosidad de los medios de masas. Por supuesto, el tema esencial sobre el que ha girado la clase ha sido el Holocausto y la imposibilidad de encontrar imágenes que puedan dar cuenta del exterminio. Como cierre, hemos visto Nuit et Brouillard, el film de Alain Resnais sobre los campos de concentración. Hacía tiempo que no lo revisitaba, y la verdad es que me he vuelto a quedar sin palabras. Tras los apenas treinta minutos de la película, tenía que seguir hablando, pero me he quedado sin argumentos, teniendo que dar casi por concluída la clase. La dureza de aquello que no se ve (y también de lo que se ve, aunque en menor medida) me ha dejado noqueado y sin ánimo para seguir hablando. Si no hay imágenes para imaginar el genocidio, tampoco hay palabras para describirlo. Como muestra Resnais, sólo tenemos los restos, los excedentes, las huellas de la tragedia. Y esas huellas, como los arañazos en el techo de hormigón de las cámaras de gas, se construyen en torno a un suceso del que uno nunca podrá hacerse a la idea. Porque tampoco hay idea a la que hacerse. Porque imagen e idea aquí tienen la misma función, la de algo que falta, que no está, que es imposible encontrar.

La verdad es que, entre eso y el frío que hacía en la clase, hemos acabado con el espíritu por los suelos. Me voy a ganar la fama de profesor aguafiestas. Pero, con la que está cayendo, un poco de realidad no viene mal para afrontar el año.

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