Respirar
Hoy, mientras comenzaba a preparar mis clases sobre prostitución y pornografía en el arte moderno, en La ceremonia del porno, el magnífico libro de Javier Montes y Andrés Barba, me he encontrado con una argumentación de Linda Lovelace que me ha llegado al alma: "Hacía lo mismo que los faquires. La única diferencia radica en la forma del objeto engullido: se puede respirar a través de la espada, pero desde luego no hay manera de hacerlo cuando se tiene en la garganta un pene de tamaño considerable".
Una bonita descripción de lo que en teoría no debería imaginar un hombre, el sexo está siendo demacrado por el realismo. Lo único que excita este pensamiento es a la brutalidad y a la perversión de los sentidos.
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