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El sujeto literario [Notas sobre un dietario voluble]

En uno de sus múltiples estudios sobre la creatividad literaria, se preguntaba Sigmund Freud cómo las fantasías personales del escritor pueden llegar a ser de interés para un individuo ajeno que no tiene nada que ver con ellas. La alteridad absoluta no nos interesa, sostenía el autor vienés. ¿Por qué, entonces, leemos las historias, las cavilaciones o los pensamientos de los demás? Porque no son del todo de los demás, dice Freud, sino que, en cierto modo, nos pertenecen y están cerca de nosotros. Esto sucede, según Freud, porque el escritor no es el otro absoluto, sino que se hace un otro digerible y comunicable, presentando lo personal a través de lo común. La literatura, en este sentido, tendrá la misión de proponer puentes entre lo personal y lo común, entre el adentro y el afuera de la experiencia.

En cierto modo, Dietario voluble, el último libro de Enrique Vila-Matas, traza y construye ese tipo de puentes entre lo personal y lo social, entre el interior y el exterior, y lo hace a través de la toma de conciencia de que el yo sólo se narra desde la distancia, a través de la experiencia del otro. Una experiencia que, en este caso, es esencialmente literaria. Este cuaderno de notas y apuntes, que tiene lugar entre el año 2005 y los primeros meses de 2008, aunque el propio autor confiesa que lo ha acompañado desde 1963, de nuevo pone en marcha la estrategia literaria de Vila-Matas, que juega con todos los tópicos, géneros y formas institucionalizadas de la escritura para proponer un texto híbrido, a medio camino entre la narración, el ensayo, el aforismo o la biografía.

Bajo la forma de un dietario, Vila-Matas nos ha entregado un libro inclasificable que transita por todos los lugares y géneros posibles. Un texto “degenerado” en el más puro sentido de la palabra. O un texto “posgenérico”, casi se podría decir “queer” (en el sentido otorgado al término por Judith Butler), un texto móvil, fluyente, imposible de atrapar y fijar en cualquiera de los estándares normativos de la tradición literaria. Un texto cuyo único apelativo podría ser el de “literatura”. Y es que si algo ha quedado claro de la propuesta (apuesta, cabría decir) de Vila-Matas es que, por encima de cualquier otra cosa, la literatura consiste en la propia experiencia literaria.

Dietario voluble puede ser entendido como una tentativa de autoconocimiento a través de la escritura. El proceso introspectivo de Vila-Matas no es, sin embargo, solipsista. En lugar de partir del interior, el autor se piensa desde el afuera. Se trata de un proceso autobiográfico realizado desde la toma de conciencia de que sólo el otro (el gran Otro, que diría Lacan) puede pensarnos. Toda autonarración requiere un afuera que conforme el adentro. En este caso, el afuera, el gran Otro, es la literatura, que ejerce casi el papel que para Lacan tenía el lenguaje, el de preceder al sujeto y a su formación. Como si fuese consciente de eso, este dietario se sitúa en el entremedio. En un momento, Vila-Matas alude a Leyendo escribiendo, una obra de Julien Gracq que le sirve para afirmar que “la escritura se origina en la lectura, se escribe porque otros antes que nosotros han escrito y se lee porque otros antes que nosotros han leído”. Si se piensa bien, esta declaración remite a esa ruptura de la relación original con la subjetividad. Hay un afuera que nos precede, y ese afuera es el que da forma a nuestro interior. No hay, pues, posibilidad de relacionarnos con nosotros mismos si no es a través de las formas de relación instituidas por el lenguaje y, en este caso, por la literatura. Es aquí donde cabría hablar de la crítica al realismo y a la escritura de las vísceras que falsamente cree en la posibilidad de relación con el yo y en la expresión de una subjetividad pura y no mediada.

Frente a este realismo de lo inmediato (ya sea el de la realidad o el de lo Real lacaniano), Vila-Matas responde con la interposición de la cita como medio de conocimiento. La cita, en sentido literal, en tanto que las frases de los por otros, pero también, y sobre todo, la cita entendida en un sentido más amplio, como esa serie de experiencias producidas con anterioridad al sujeto. Es en este sentido en el que se debe entender, creo yo, la relación de Vila-Matas con la literatura, como una cita constante con el otro, un encuentro, una relación, una conversación, un entre-dos.

Entre las múltiples lecturas que uno puede realizar de este dietario, la de “libro de viajes” no sería, ni mucho menos, descabellada. A través de las 275 páginas del libro, nos encontramos con un Vila-Matas “en tránsito”, de un lugar para otro, en medio de un viaje cuyo centro siempre es el hogar. Un hogar que a veces está mucho más alejado que el más distante de los lugares. Como dice en alguna ocasión, hay muchas formas de llegar y la mejor es siempre no partir. Se habla, pues, de viajes, pero sobre todo de regresos. De viajes sin distancia y de distancias sin viaje, como si se aboliesen las diferencias entre el lejos y el cerca, el dentro o el fuera. Esto es así porque el espacio por el que transita Vila-Matas es, ante todo, un espacio mental, el espacio literario. Un espacio que transforma por completo los lugares convirtiéndolos en espacios de experiencia literaria. En este sentido, la experiencia espacial de Vila-Matas puede ser vista casi como una psicogeografía, una cartografía personal de espacios y lugares connotados. Lugares que, más que lugares, habría que llamar “sitios”, tal y como lo entendió hace algunas décadas el artista Robert Smithson, quien distinguió entre un lugar físico (place) y un lugar de memoria (site). Los espacios que aparecen en este dietario, las ciudades, calles, hoteles, iglesias, cementerios… son, de este modo, lugares de memoria, sitios preñados de significado. Espacios que, aunque vacíos en el presente, han sido clave en las vivencias de los otros. Unos otros que aquí, como no podría ser de otro modo, son los otros de la literatura, o mejor, los prójimos de la literatura. Cuando Vila-Matas se enfrenta a un espacio, se enfrenta al espacio del otro, ya sea a la Verona de Kafka o incluso a la ficticia Finlandia de Kaurismäki. El viaje, pues, aparece como una arruga espacio-temporal de entrecruzamiento de experiencias.

Si uno lo piensa bien, esta psicogeografía conduce a Vila-Matas por un camino cercano al transitado por Magris en “El infinito viajar”, sobre todo en el sentido del viaje circular como un rodar continuo sin centro aparente. Un rodar en torno a un vacío que se desplaza con nosotros incluso cuando no llegamos a partir. Pero “Dietario voluble” no es un libro de viajes. Es también una cartografía del mundo moderno. Puede llegar a leerse como un ensayo fragmentario de sociología contemporánea. Como ocurre con sus libros de ensayos, Vila-Matas se muestra aquí como un sagaz observador de los modos de vida contemporáneos. Su mirada, irónica y desencantada, nos presenta una sociedad, como ya comenzase a ver Flaubert, en proceso de barbarización y banalización. Un proceso que va desde el síndrome del hikokomori de los jóvenes japoneses al imperio de la tontería, instalado en su mayor parte en nuestras clases dirigentes y en el mundo de la cultura establecida.

[Publicado en El faro de las letras, 26-09-08]

Comentarios

  1. ¿Cuál es (o qué es) el mundo de la cultura establecida?

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  2. Una pregunta:

    ¿El Faro de Murcia te notificó, antes de confeccinar el artículo, un máximo o un mínimo de palabras?

    Un enorme abrazo.

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  3. Respondo:
    - A la pregunta de las palabras. La portada está siempre en torno a las 1000 palabras, aunque aquí lo pude estirar un poco y llegar a las 1250. Cuando el artículo aparece en el interior, el número de palabras ha de rondar las 700. De todos modos son bastante laxos.

    - La cultura establecida se parece mucho a la gauche caviar. Es esa postura de progresismo acomodado y pseudokistch que se lleva el aplauso de todos.

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  4. Hola.

    ¿Podrías determinar cuál es concretamente ese estudio de Freud?

    Gracias.

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