Tecnostalgia
El próximo sábado hará ya tres meses que mi madre murió. Como ya no hay nadie en casa, he tenido que dar de baja el número de teléfono. Sin embargo, no soy capaz de borrarlo de la memoria de mi móvil. Sé que nadie me va a llamar desde ahí, que no tiene sentido mantenerlo, pero por alguna razón me resisto a eliminarlo, como si en ese número subsistiese algo más que un simple número, como si al menos así me quedase a la posibilidad de volver a marcarlo alguna vez, arriesgándome a que la operadora me dijera acto seguido que el número marcado no existe (pero sabiendo en el fondo que se equivoca, que existirá mientras yo tenga un móvil).
De modo instintivo, mi dedo todavía se sigue yendo al número seis de la marcación instantánea. Al principio, pulsaba ese número automáticamente, y luego me daba cuenta de lo que había hecho. En estos días estoy aprendiendo a contenerme. Y también estoy aprendiendo que, por muy artificial que nos parezca, no podemos diferenciar ya entre emoción y tecnología.
La tecnología se ha arraigado tanto en la vida cotidiana que prácticamente la hemos in-corporado a nuestro mundo. No sólo se puede decir que tenemos tecnología, sino, cada vez más, que “somos” tecnología. Nuestro modo de pensar, de sentir y de actuar, incluso nuestras emociones más profundas, se configuran a través de lo tecnológico. El modelo del Cyborg es el que mejor se ajusta a nuestra existencia, no sólo porque estemos llenos de prótesis de todo tipo (ipods, móviles, cámaras, pantallas), sino porque realmente hemos interiorizado esas prótesis en nuestra manera de sentir el mundo.
Con independencia de los dispositivos reales, nuestro filtro de acercamiento al mundo ya es completamente tecnológico. No sé si esto es bueno o malo, lo cierto es que así y más vale ser conscientes de ello. A más de uno le entrará entonces la nostalgia del tiempo en que tuvo una relación más humana con el mundo. Querrá escapar y buscar ese tiempo. Pero, por mucho que quiera, esa sensación será, en el fondo, “tec-nostálgica”.
De modo instintivo, mi dedo todavía se sigue yendo al número seis de la marcación instantánea. Al principio, pulsaba ese número automáticamente, y luego me daba cuenta de lo que había hecho. En estos días estoy aprendiendo a contenerme. Y también estoy aprendiendo que, por muy artificial que nos parezca, no podemos diferenciar ya entre emoción y tecnología.
La tecnología se ha arraigado tanto en la vida cotidiana que prácticamente la hemos in-corporado a nuestro mundo. No sólo se puede decir que tenemos tecnología, sino, cada vez más, que “somos” tecnología. Nuestro modo de pensar, de sentir y de actuar, incluso nuestras emociones más profundas, se configuran a través de lo tecnológico. El modelo del Cyborg es el que mejor se ajusta a nuestra existencia, no sólo porque estemos llenos de prótesis de todo tipo (ipods, móviles, cámaras, pantallas), sino porque realmente hemos interiorizado esas prótesis en nuestra manera de sentir el mundo.
Con independencia de los dispositivos reales, nuestro filtro de acercamiento al mundo ya es completamente tecnológico. No sé si esto es bueno o malo, lo cierto es que así y más vale ser conscientes de ello. A más de uno le entrará entonces la nostalgia del tiempo en que tuvo una relación más humana con el mundo. Querrá escapar y buscar ese tiempo. Pero, por mucho que quiera, esa sensación será, en el fondo, “tec-nostálgica”.
Sólo alguien con tu talento puede extraer del fondo de un alma dolorida conceptos tan brillantes. Un abrazo, Scaramouche, y sigue cerrando poco a poco tus heridas...
ResponderEliminarComo amputados digitales nos pican extensiones electronicas de las que ya carecemos.
ResponderEliminarLloramos ceros y unos, querido mahn.
Un abrazo muy muy fuerte pero de los analogicos de toda la vida.
Yo tampoco lo he borrado y ni siquiera se me había pasado por la cabeza eliminarlo, veo como algo natural seguir teniéndolo. En cierto modo, me pasa como a ti. Y sigue estando también en la agenda del fijo, con melodía VIP.
ResponderEliminarEs que ¿quién se atreve a borrar el arraigo que tiene una serie de números , detrás de los cuales había una voz, y tras esa voz, nuestra vida misma?
ResponderEliminarUn beso muy fuerte
Dormir es desfragmentar nuestro cerebro y por eso soñamos? van pasando por nuestra mente las imágenes como cluster que vamos guardando en otro lugar? Descansar
ResponderEliminarHoy hace tres meses que dejó de funcionar la mano que torpemente marcaba números en el teléfono, lo sigo teniendo la agenda de mi móvil, no sé que espero para borrarlo, soy consciente que jamás sonará el 968810834, pero cuesta aceptar la realidad, la más de media hora diaria de decirnos siempre las mismas cosas, no se borra con clip.
ResponderEliminaremilio