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A petición popular, sobre todo de Sushi de anguila, después de haberme escondido detrás de Beckett, Cioran y Duchamp, muestro mi careto, eso sí con el filtro de cómic de la isight. Aun así, se comprende por qué me ocultaba tras estos señores de la letra. 

De todos modos, la situación cambia bien poco. Un amigo sostiene que a partir de los treinta uno es responsable de la cara que tiene. Yo sin embargo creo que el rostro, lejos de ser el espejo del alma, es el modo de ocultación más sofisticado. Lo peor es que a veces no esconde nada detrás.

Comentarios

  1. Ahora pareces uno de los vampiros del comic de "30 días de oscuriad". No sé si eso mejora o empeora la situación.

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