La llave de la literatura
José Carlos Somoza, La llave del abismo, Madrid, Plaza & Janés, 2007. 526 págs.
Aunque no es ninguna novedad, tras el éxito de El Código Da Vinci parece que la fórmula del bestseller se ha asentado entre nosotros. Y sobre todo, después de este fenómeno “literario”, parece que la literatura de entretenimiento ha entrado en un estado de práctica catatonia y acomodamiento a fórmulas establecidas, convirtiéndose en algo ramplón y aburrido. Los autores "a lo Dan Brown" han llenado las mesas de novedades de las librerías y aeropuertos hasta un punto casi nauseabundo. Libros y libros sobre las mismas cosas, muchos de ellos infumables y soporíferos, tanto que hoy en día, cada vez más, quien se arriesga con uno de estos mamotretos conspiranoicos es digno de ser elevado a los altares. Lo más triste del caso es que esa fiebre bestsellerista ha hecho caer en el mismo saco a obras y autores de calidad contrastada. Y lo más lastimoso: que parece haberse establecido una barrera insalvable entre la alta literatura y el entretenimiento, que, como agua y aceite, ya es imposible conjugar.
Sin embargo, hay vida más allá de las intrigas vaticanas y los misterios del papado. Sigue habiendo autores que crean historias bien construidas, sólidas e imaginativas, y sobre todo, que hacen que esa barrera entre alta y baja cultura sea dejada de lado. Uno de los exponentes de esa alta literatura de entretenimiento es, sin lugar a dudas, José Carlos Somoza (1959), autor de una obra literaria que abarca ya más de diez novelas, la mayoría galardonadas y algunas de ellas magistrales, como La Caverna de las Ideas, Clara y la penumbra o Zig Zag.
Dotada de un estilo elegante y depurado, la obra literaria de Somoza se caracteriza por combinar de modo sorprendente el suspense, la tensión psicológica, una imaginación desbordante y un terror latente que acecha en cada párrafo. Obras ejemplarmente tramadas, trabajadas con oficio y reflexión, construidas en la tradición de la buena novela policiaca y evolucionadas hacia el mundo de la ficción moderna.
Uno de los aspectos más interesantes de la obra de Somoza es que cada libro, aparte de una historia apasionante que atrapa al lector desde el principio, propone una tesis sobre el mundo. Su imaginación ilimitada hace que en cada novela todo esté prácticamente por inventar. Casi como Philip K. Dick o Lovecraft (y no sé si podría decantarme por alguno de los dos), Somoza recrea el mundo cada vez que escribe: comportamientos, vestimentas, costumbres, relaciones... prácticamente el total de los aspectos de la narración son creados ‘ex nihilo’. La llave del abismo (Premio de Novela Ciudad de Torrevieja) es ejemplar en este sentido. Ambientada en un futuro incierto, la novela presenta la historia de un empleado ferroviario que se ve envuelto en una trama para encontrar "la llave del abismo", un objeto que tiene el poder de matar a Dios. Así dicho, el argumento no parece demasiado complejo, y puede recordar el clásico ‘relato de búsqueda’. Sin embargo, el modo en el que se desarrolla la trama, y la reconceptualización de todos los aspectos de ese futuro que no sabemos exactamente donde localizar, hacen de esta obra un texto magistral y, como siempre, adictivo. El futuro que muestra Somoza es el de un mundo de seres creados genéticamente. Seres humanos que ya no recuerdan su pasado de humanos. Un gran cataclismo, presente de modo sugerido a lo largo de todo el texto, eliminó los vestigios de la civilización, y ésta tuvo que comenzar de nuevo, con nuevas costumbres y nuevas religiones. Un mundo extraño, pero al mismo tiempo familiar. Pues incluso aún teniendo un punto de partida diferente, los caminos recorridos no difieren demasiado. La irónica sorpresa final deja al lector pensativo sobre los fundamentos sobre los que asientan las civilizaciones.
Aunque no llega a la altura de la difícil de superar Zig Zag, esta novela consigue crear una tensión en el lector que muy pocos autores son capaces de lograr. Mediante las sorpresas de la trama, urdida casi milimétricamente, y la sutileza y el uso expresivo del lenguaje, el autor consigue meter al lector dentro de la acción y llevarlo de un lugar a otro, manejándolo a su antojo de un modo que sólo los buenos maestros saben hacer. Y es que Somoza es un maestro del thriller. Construye tramas complejas con una facilidad pasmosa, aunque lo que más me sigue llamando la atención en una literatura ‘supuestamente’ de entretenimiento es el elegante y efectivo uso del lenguaje.
Somoza logra moverte de la silla con apenas tres palabras. Muy pocos son los escritores que tienen ese poder de sugerencia. Sugerencia que el autor utiliza aquí, como en otras novelas anteriores, combinada con lo que, en principio, podría parecer su opuesto: lo cruento. Muchas son las ocasiones en las que su literatura transita directamente por el terreno de lo sangriento y lo terrorífico, llegando en ocasiones casi a lo gore. Pero la mencionada capacidad de sugerencia, hace que el dolor, la sangre y la violencia tengan el rango de actos sublimes: sugeridos e imaginados, pero nunca del todo, pues son tan terribles que no hay manera de hacerlos imagen.
[Publicado en El faro de las letras, 16/11/07]
Aunque no es ninguna novedad, tras el éxito de El Código Da Vinci parece que la fórmula del bestseller se ha asentado entre nosotros. Y sobre todo, después de este fenómeno “literario”, parece que la literatura de entretenimiento ha entrado en un estado de práctica catatonia y acomodamiento a fórmulas establecidas, convirtiéndose en algo ramplón y aburrido. Los autores "a lo Dan Brown" han llenado las mesas de novedades de las librerías y aeropuertos hasta un punto casi nauseabundo. Libros y libros sobre las mismas cosas, muchos de ellos infumables y soporíferos, tanto que hoy en día, cada vez más, quien se arriesga con uno de estos mamotretos conspiranoicos es digno de ser elevado a los altares. Lo más triste del caso es que esa fiebre bestsellerista ha hecho caer en el mismo saco a obras y autores de calidad contrastada. Y lo más lastimoso: que parece haberse establecido una barrera insalvable entre la alta literatura y el entretenimiento, que, como agua y aceite, ya es imposible conjugar.
Sin embargo, hay vida más allá de las intrigas vaticanas y los misterios del papado. Sigue habiendo autores que crean historias bien construidas, sólidas e imaginativas, y sobre todo, que hacen que esa barrera entre alta y baja cultura sea dejada de lado. Uno de los exponentes de esa alta literatura de entretenimiento es, sin lugar a dudas, José Carlos Somoza (1959), autor de una obra literaria que abarca ya más de diez novelas, la mayoría galardonadas y algunas de ellas magistrales, como La Caverna de las Ideas, Clara y la penumbra o Zig Zag.
Dotada de un estilo elegante y depurado, la obra literaria de Somoza se caracteriza por combinar de modo sorprendente el suspense, la tensión psicológica, una imaginación desbordante y un terror latente que acecha en cada párrafo. Obras ejemplarmente tramadas, trabajadas con oficio y reflexión, construidas en la tradición de la buena novela policiaca y evolucionadas hacia el mundo de la ficción moderna.
Uno de los aspectos más interesantes de la obra de Somoza es que cada libro, aparte de una historia apasionante que atrapa al lector desde el principio, propone una tesis sobre el mundo. Su imaginación ilimitada hace que en cada novela todo esté prácticamente por inventar. Casi como Philip K. Dick o Lovecraft (y no sé si podría decantarme por alguno de los dos), Somoza recrea el mundo cada vez que escribe: comportamientos, vestimentas, costumbres, relaciones... prácticamente el total de los aspectos de la narración son creados ‘ex nihilo’. La llave del abismo (Premio de Novela Ciudad de Torrevieja) es ejemplar en este sentido. Ambientada en un futuro incierto, la novela presenta la historia de un empleado ferroviario que se ve envuelto en una trama para encontrar "la llave del abismo", un objeto que tiene el poder de matar a Dios. Así dicho, el argumento no parece demasiado complejo, y puede recordar el clásico ‘relato de búsqueda’. Sin embargo, el modo en el que se desarrolla la trama, y la reconceptualización de todos los aspectos de ese futuro que no sabemos exactamente donde localizar, hacen de esta obra un texto magistral y, como siempre, adictivo. El futuro que muestra Somoza es el de un mundo de seres creados genéticamente. Seres humanos que ya no recuerdan su pasado de humanos. Un gran cataclismo, presente de modo sugerido a lo largo de todo el texto, eliminó los vestigios de la civilización, y ésta tuvo que comenzar de nuevo, con nuevas costumbres y nuevas religiones. Un mundo extraño, pero al mismo tiempo familiar. Pues incluso aún teniendo un punto de partida diferente, los caminos recorridos no difieren demasiado. La irónica sorpresa final deja al lector pensativo sobre los fundamentos sobre los que asientan las civilizaciones.
Aunque no llega a la altura de la difícil de superar Zig Zag, esta novela consigue crear una tensión en el lector que muy pocos autores son capaces de lograr. Mediante las sorpresas de la trama, urdida casi milimétricamente, y la sutileza y el uso expresivo del lenguaje, el autor consigue meter al lector dentro de la acción y llevarlo de un lugar a otro, manejándolo a su antojo de un modo que sólo los buenos maestros saben hacer. Y es que Somoza es un maestro del thriller. Construye tramas complejas con una facilidad pasmosa, aunque lo que más me sigue llamando la atención en una literatura ‘supuestamente’ de entretenimiento es el elegante y efectivo uso del lenguaje.
Somoza logra moverte de la silla con apenas tres palabras. Muy pocos son los escritores que tienen ese poder de sugerencia. Sugerencia que el autor utiliza aquí, como en otras novelas anteriores, combinada con lo que, en principio, podría parecer su opuesto: lo cruento. Muchas son las ocasiones en las que su literatura transita directamente por el terreno de lo sangriento y lo terrorífico, llegando en ocasiones casi a lo gore. Pero la mencionada capacidad de sugerencia, hace que el dolor, la sangre y la violencia tengan el rango de actos sublimes: sugeridos e imaginados, pero nunca del todo, pues son tan terribles que no hay manera de hacerlos imagen.
[Publicado en El faro de las letras, 16/11/07]
Zig Zag ya estaba apuntada en la "wishlist", me apunto esta y la leeré antes, ya que dices que la primera es aún mejor.
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