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Más libros (y menos museos)

Esto no tiene que ser bueno. En dos días ya me he fundido casi un sueldo entero en libros. Luego veremos cómo los subo al avión. Vaya vicio. Pero París es lo que tiene. Es la ciudad de los libros. Demasiadas librerías, y en todas ellas, miles de libros que me miran con ojos lascivos. Más que bibliofilia, cada vez está más claro que debo tener alguna clase de bibliopatía. Sólo me interesan los libros. Ayer, por ejemplo, en el Pompidou, estuve más tiempo en la librería que en las exposiciones. Aunque eso tampoco creo que sea grave, porque hay que ver qué exposición más mala han montado los colegas con "Air de Paris"; un ejercicio de narcisismo del bueno. Se salva por dos o tres piezas clásicas que no había tenido la oportunidad de ver. Y luego, la colección, no sé cómo lo hacen pero cada vez la montan peor.

Hoy he ido al Museo de Cluny. Allí no había libros que me pudieran interesar y me he tenido que tragar demasiadas obras malas. Obras que por ser antiguas no dejan de ser terriblemente malas. Aunque la palma se la lleva el Louvre. Ahí sí que hay morralla. El lunes toca. No me gustan los museos. Nada de nada.

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Comentarios

  1. A mí m pasaba lo mismo, pero en Londres, que entraba en Dillons (¡oh, Dillons!), la mejor librería anglosajona jamás imaginada (82 Gower Street, Bloomsbury), y me sentía como Odiseo atraído por los cantos de sirenas o el Keanu Reeves del 'Drácula' de Coppola, placenteramente devorado por las vampiras mientras certificaba mi ruina vaciando celérico los bolsillos ante la caja registradora (y luego tenía el mismo problema que tú seguro padecerás al facturar de vuelta en el avión). Hubo una época gloriosa en que los londinenses se dividían entre los que preferían comprar en Dillons o hacerlo en Foyles (919 Charing Cross Road, Soho). Era una rivalidad estilo Barça-Madrid o Stones vs Beatles. Ahora Dillons acaba de ser comprada por la cadena Waterstones y aseguran que puede ser el fin de tan gloriosa maravilla. En cuanto a los museos, para mí los británicos dan lecciones al resto con su manera de concebir y mostrar las colecciones... ¡a la porra la 'grandeur' gabacha! Por cierto, MAHN, ¿un espadachín de alcurnia como tú no siente la curiosidad de visitar la tumba del verdadero D'artagnan? (murió en Mastrique, pero desconozco dónde está enterrado). A ver si la descubres y me lo cuentas. Pasadlo bien.

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  2. Bibliomanía compulsiva, sin duda.
    No tiene cura. Al menos, por más que el cura lo intentó, no consiguió librar a Don Quijote de su mal.

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  3. La verdad es que los libros deberían ser un poco más románticos y venirse a la camita de uno sin más, por la pura ilusión. Que son un poco putas por decirlo claro y sólo por dinero se meten en nuestra bolsa, maleta, casa o vida.
    Amor libre y libros libres y si eso es no es posible sección especial de saldos en todas las librerías por decreto ley para los desesperados acariciadores de lomos y solapas como nosotros.

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  4. Leo mientras desayuno, leo en algún rato muerto del trabajo, leo después de comer arrellanado en el sillón de orejas mientras dejo que me invada la modorra de la siesta, leo en el báter, leo en la cama, leo en un viaje, ya sea en tren, avión, metro o coche. Yo tb me declaro bibliómano... ¿para cuando el matrimonio con los libros?

    Pq, evidentemente, serían matrimonios polígamos... ¿quien en su sano juicio se casaraía con UN sólo libro?

    Además, sé de buena tinta (obsérvese el hábil uso del lenguaje) que los libros son todos unos promiscuos a los que les pone que nosotros tb lo seamos... lo demás es papel mojado (ídem de lo de antes).

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