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Regreso

Vuelvo de Amsterdam con fuerzas renovadas. Mis anfitriones me han tratado como un señor. Mieke y Ernst se han desvivido en todo tipo de cuidados y detalles. Son, aparte de unos profesionales magníficos, lo que se dice muy buena gente. Además, he dormido rodeado de libros. Un sueño, literalmente hablando.

El viaje ha sido provechoso. Hemos adelantado trabajo para el II Encuentro “Estéticas Migratorias”, que se celebrará en la Universidad de Amsterdam y que esta vez se titulará “Políticas Migratorias”. Además, hemos dejado organizada la versión holandesa de la exposición 2move en el Zuiderzeemuseum, en Enkhuizen, un pueblo de pescadores que parece sacado de una postal. La exposición es en septiembre, pero mañana se comienza a trabajar en el montaje. Igualito que en España.

Amsterdam es un lugar para quedarse, aunque el circular continuo de las bicicletas llega por momentos a estresar, sobre todo si, como yo, te ves obligado a montar en una bici plegable que apenas se ve bajo tu cuerpo. De todos modos, no he tenido demasiado tiempo para ver la ciudad, a lo sumo dos tardes. Y lo único que he hecho ha sido perderme por las calles sin rumbo fijo y sentarme a tomar un café a la orilla de los canales mirando el paisaje. El viernes por la tarde, sin saber por dónde circulaba, aparecí en el famoso barrio rojo. Empecé a darme cuenta de eso por un tremendo olor a marihuana y sobre todo porque unas señoras en paños menores comenzaron a saludarme y mirarme con ojos lascivos desde los escaparates. Como no quería mirar el mapa, me perdí y pasé tres veces por la misma calle, y recordé entonces el célebre pasaje de Freud en su texto sobre “la inquietante extrañeza”. De pronto comenzó a llover con intensidad. No llevaba paraguas y estaba cansado. Y mi curiosidad antropológica me hizo entrar a una sala de masajes que regentaban unas tailandesas. Me preguntaron lo que deseaba. Y no tuve más remedio que pedir algo. Algo light y barato. Así que me dieron un masaje de pies. Todavía me duele.

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Comentarios

  1. Quien visita Ámsterdam, no se fuma un porro entre los canales y hace una visita “intensa” al Barrio Rojo, es como el que visita el Vaticano y no pasa por la Capilla Sextina.
    El masaje de pies es bueno después de andar perdido entre canales, no tengas traumas que otros también visitamos Ámsterdam y lo máximo que nos comimos fueron los arenques ahumados.
    Me alegro del cambio de Estéticas Migratorias a Políticas Migratorias.

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  2. En Amsterdam, muchas mujeres miran los escaparates desde dentro y los anfitriones, como tantos otros ancianos holandeses, se desviven cansados de este mundo.

    Qué depravación.

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  3. "El viernes por la tarde, sin saber por dónde circulaba, aparecí en el famoso barrio rojo"...


    De casualidad, ya, y lo que me lo creo... ¡¡¡pájaro!!! (léase con tonillo gañán)

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  4. Je, je... Y menos mal que solo te dieron un masaje de pies. Si te llega a pasar como en aquel "peliculón" llamado "Eurotrip"...

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  5. Pues "Eurotrip" tenía su gracia, ¿a que sí, Antonio Rentero?

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  6. Cuanta razón tienes, womahn, cuanta razón... película acreedora de un lugar en el selecto Olpimpo Marathoniano, junto con "Ratas a la carrera" ("Barbi... Klaus Barbi") o "Yo hice a Roque tercero" ("si el peso en libras lo pasamos a pesetas y lo dividimos por la edad de papá sale que pesas...").

    Por cierto, que yo no digo nada, pero este año se nos pega el arroz, que el 1 de agosto está agazapado a la vuelta de la esquina, cual criatura surgida de los sueños de manh.

    De momento sólo tengo una propuesta firme para el Marathon de este año: "Not another gay movie". Por aquello del zerolismo...

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  7. Habrá que empezar a pensar en la lista. Este año no me lo pierdo... El año pasado por motivos indescriptibles sí. Un abrazo Miguel, soy Antonio por si no me habías identificado. De vez en cuando, como ves, leo tu blog.

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