Esto no es una lista de lo mejor del año. Porque para hacerla tendría que haberlo leído todo. Y soy consciente de mis límites y gustos como lector. A pesar de leer muchísimo (soy un vicioso del asunto), no me llega para dar cuenta de muchísimas cosas. No me he puesto a contar, pero creo que la cosa sobrepasa los cien libros. A un ritmo de dos o tres por semana salen entre 120 y 140. No llevo un registro. De todos modos, aunque lo llevara, este texto lo escribiría de memoria. Sobre todo porque me gusta pensar, al acabar el año, en los libros que más poso me han dejado, los que he seguido habitando un tiempo después de su lectura. Si me pidieran uno solo, por encima de todos los demás, creo que tendría que quedarme con Madre de corazón atómico , de Agustín Fernández Mallo (Seix Barral). Es el libro perfecto. El que más me ha marcado de todos los que ha escrito. Hasta el momento, mi preferido de su bibliografía era Limbo (Alfaguara) —tengo clavada en la memoria la histor...
Olvidó recordar, que siempre le esperaran
ResponderEliminarQuizá nunca lo supo
ResponderEliminarTal vez nuca supo estaba esperando recordarse a si mismo.
ResponderEliminar*
ResponderEliminarTal vez nunca supo que estaba esperando recordarse a si mismo.
Quizá (y es lo más probable), desde el momento en que salió, tuvo el convencimiento de que nunca más regresaría a aquel lugar.
ResponderEliminarSe echa en falta la opinión del dueño del bar, que tampoco estaba tan mal.
ResponderEliminarMe contaron su historia. Pero él nunca estuvo aquí. Hay quien dice que pasó su tiempo en el cementerio. Y fue allí donde no supo elegir.
ResponderEliminarYo le ví mirando a las noticias cuando empezo a rascarse el brazo. Algo le picaba, sin duda, porque se rasco hasta arrancarse las venas.
ResponderEliminarSí, yo también estaba allí. Pero no lo recuerdo. Solo vi a un hombre recogiendo una femoral del suelo. Alguien se la había dejado olvidada. Mientras, en la tele, reponían El halcón callejero. Yo me sentí reconfortado. Y fue entonces cuando grité a los cuatro vientos: no volváis a casa. Nada bueno os espera allí.
ResponderEliminarMe dijo la mujer del dueño del bar, que además es amante del camarero y amiga del cliente, que lo que dicen es todo mentira. Sólo intentan meter un poco de baza en la historia.
ResponderEliminarAl final confesará. Todo fue una excusa para verse con Davinia. Ella fue la que lo retuvo, y, claro está, ya no quiso volver.
ResponderEliminar¡¡PERO QUE EXITO DE ENTRADA!!
ResponderEliminarY fue entonces cuando...
ResponderEliminara. Si quieres que nuestro protagonista despierte dentro de un ataúd, pulsa 1.
b. Si quieres que se convierta en zombie y vuelva al bar a pedir un pastel de carne con sesos, pulsa 2.
c. Si quieres que la causa de todo haya sido una indigestión de torreznos en mal estado, pulsa 3.
d. Si quieres que mahn escriba algo decente de una vez y deje de darnos angustia, llámalo por teléfono.
Acabásteis pillándome, está conmigo. No digais nada a su mujer.
ResponderEliminarPor cierto, me quedo con la opción z. La última será la que más resuene.
¿No negareis que este blog estaba un poco solo...? jeje
ResponderEliminarMe habéis obligado a escribir la segunda parte del relato. Vosotros tenéis la culpa. Vosotros, sí, el camarero, el cliente, su mujer y su amante.
ResponderEliminarWakefield
ResponderEliminar