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Juego

El tren llegó a la hora prevista. Y, como siempre, ella estaba en el andén esperándome. Sin saber exactamente por qué, quise ver su reacción al comprobar que no bajaba. Ver su rostro de preocupación en la espera, su mirada ansiosa, y, como en las películas, salir en el último momento, justo cuando el tren comenzase a cerrar las puertas. Escondido tras una cortina, quise observarla buscar mi rostro entre los pasajeros que bajaban, mirar su reloj más de cien veces y quedarse sola en el andén. Pero nada de eso ocurrió. Ella permaneció inmóvil, con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en la ventana del vagón en el que me ocultaba. Ahora, pasados los años, estoy convencido de que me vio. Quizá también estuviese jugando. Pero no me atreví a bajar para comprobarlo.

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