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Memoria

Estoy perdiendo la memoria. O, al menos, eso creo. No sé si será la edad o el exceso de actividad, pero el caso es que apenas recuerdo las cosas. Cada vez me parezco más al protagonista de Memento: apenas puedo crear nuevos recuerdos. Hoy me he sorprendido buscando con urgencia un bolígrafo para apuntar una cita. He corrido todo lo que he podido, pero se me ha olvidado el lugar, la hora y, lo más increíble, la persona. Ya no soy nada sin mi agenda, o, al menos, sin un trozo de papel.

Ahora escribo esto en el blog y no estoy tranquilo. Pienso que en el algún lugar que desconozco alguien me está esperando, alguien que, probablemente, me odiará por siempre jamás.

Lo único bueno de esta pérdida de memoria es que ya no soy rencoroso. El otro día en Arco saludé afablemente a alguien al que, en otro tiempo, odié. Y es que la memoria es un lastre que, en ocasiones, no nos deja movernos del sitio. A veces pienso que sería necesaria una “alzheimerización” de la sociedad. Quizá así pudiésemos caminar de nuevo, aunque tropezásemos otra vez con las mismas piedras. Prefiero los callos del camino a las llagas de la inmovilidad.

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