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Higinio

Llevo tres días sin escribir en el blog. Me prometí no entretenerme hasta terminar un texto que urgía. Y todavía no lo he hecho. Pero hoy, antes de acostarme, me puede la tentación, y, aunque sea de modo breve, me apetece dejar unas letras. Dejarlas, aunque sea unos pocos minutos antes de las doce.

Hoy, casi ya no, es San Higinio. Y desde aquí, aunque sé que él no lee estas cosas, tengo que felicitar a Higinio Marín. Él fue mi mentor en la universidad y mi maestro cuando comencé mi vida intelectual. De él aprendí muchísimo, aunque no lo hago responsable del fantoche en que me he convertido. Me ayudó cuando lo necesité, me increpó cuando lo necesité, y estuvo ahí cuando no le di las gracias. Estuve seis años en la universidad en la que él era vicerrector. Y, aunque tuve el honor de compartir mis días con unos inmejorables compañeros, algunos de ellos grandísimos amigos, he de decir, pasado algo de tiempo, que sólo había una cosa que me mantuvo pegado a aquella universidad católica: Higinio Marín. Yo creía en aquella Universidad. Pero en realidad creía en Higinio, creía en todo aquello que él representaba, el espíritu de la universidad, del trabajo, del compañerismo, del saber, de la investigación, del sentido común... el espíritu del "maestro". Pero cuando Higinio se tuvo que ir, todo cambió. Todo lo que él había soñado se desvaneció. Con él también marcharon todas las esperanzas. Tras su partida, todos los que habíamos creído en un sueño, despertamos. Y allí encontramos algo que (sin querer ahora pronunciarme) simplemente no era lo que habíamos ido buscando o, mejor, lo que nos había encontrado. Higinio, al que tengo el gusto de contar entre mis amigos más admirados, siempre será para mí el recuerdo de aquella esperanza, de aquel digno propósito que, por razones en las que no merece la pena abundar, no pudo llevarse a cabo. Cuando pienso en el sentido de lo que es una universidad, sólo se me viene a la cabeza la imagen del profesor Marín en sus seminarios científicos, rebatiendo hasta los argumentos de los micrófonos. Un universitario, un intelectual, un magnífico escritor, un filósofo de los que quedan pocos... un amigo de los que quedan pocos.

Comentarios

  1. lo suscribo todo, punto por punto. Hombres así, son los que nos permiten respirar, ensanchar el alma.

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