Esto no es una lista de lo mejor del año. Porque para hacerla tendría que haberlo leído todo. Y soy consciente de mis límites y gustos como lector. A pesar de leer muchísimo (soy un vicioso del asunto), no me llega para dar cuenta de muchísimas cosas. No me he puesto a contar, pero creo que la cosa sobrepasa los cien libros. A un ritmo de dos o tres por semana salen entre 120 y 140. No llevo un registro. De todos modos, aunque lo llevara, este texto lo escribiría de memoria. Sobre todo porque me gusta pensar, al acabar el año, en los libros que más poso me han dejado, los que he seguido habitando un tiempo después de su lectura. Si me pidieran uno solo, por encima de todos los demás, creo que tendría que quedarme con Madre de corazón atómico , de Agustín Fernández Mallo (Seix Barral). Es el libro perfecto. El que más me ha marcado de todos los que ha escrito. Hasta el momento, mi preferido de su bibliografía era Limbo (Alfaguara) —tengo clavada en la memoria la histor...
Yo, como buen pesimista existencial que soy, no le echo más de dos o tres meses a este año que viene.
ResponderEliminarY eso si llegamos a mañana...
A Miguel Ángel le pasa lo que a todos los filósofos de peso (de peso intelectual): que no se emborrachan jamás, por muchísimo que beban. Soy testigo de que anoche bebió como una esponja. En ningún momento, sin embargo, perdió la sindéresis. Esto es la mejor prueba del carácter sapiencial del dueño de este lugar. No hay substancia en el mundo capaz de vencer la razón de este hombre, cuya bitácora, por cierto, es lo mejor que le ha ocurrido a internet desde que apareciera la de Ángel.
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