Ayer llegó Mieke Bal a Murcia para su seminario de esta semana en el CENDEAC. Encontrarme con ella es siempre un placer.  Es la generosidad hecha persona. Y también el esfuerzo y la pasión por el trabajo. Ya jubilada, no cesa de leer un segundo, de idear proyectos, de moverse constantemente de un lado a otro. Es un modelo a seguir. Creo que si a alguien me gustaría parecerme es a ella.

Comienzo a leer Todo cuanto amé, la novela de Siri Hustvedt. Este verano leí El verano sin hombres y reconozco que no llegó a entusiasmarme. Pero esta novela sobre el arte me tiene cautivado. Hustvedt tiene una sensibilidad especial a la hora de describir las obras del artista  que aparece en la novela, pero sobre todo a la hora de describir las emociones. Entre lo analítico y lo sensible. El punto preciso. Ese que, de nuevo, me gustaría poder mantener a mí cuando escribo.

Escribo un tuit y un estado de Facebook sobre lo que ocurre en Cataluña. "El gobierno ha perdido la guerra de las imágenes. Y eso, hoy, es como perderlo todo". Me llueven críticas e incluso recibo algún WhatsApp. Pero es lo que pienso. La actuación desproporcionada de la Policía y la Guardia Civil han convertido un referéndum de chiste en un evento épico. A partir de ese momento, todo está perdido.

Por la noche, en medio de todo esto, regresa la tristeza. La conciencia de estar tan cerca y, por primera vez, tan lejos de E. Cuando vuelvo a casa tras dejar a Mieke en el hotel, pienso que si he podido resistir esta noche, si he podido negar lo que realmente quería y deseaba por encima de cualquier otra cosa, es posible que al final pueda salir de esto. Partido, roto, deshecho, pero vivo.

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