Diario de Ithaca 10 (Preferiría no hacerlo)
[Emitido en Preferiría no hacerlo, programa literario de Aragón Radio. 14/12/15.
El jueves es
Thanksgiving. Me levanto con resaca porque la noche anterior estuve con Maria
hasta las cinco de la madrugada hablando sobre arte y política y sin parar de
abrir botellas de vino. Por alguna razón, el inglés se había reconectado.
Durante el día no
tengo muy claro cómo actuar. Todos tienen tareas asignadas . Maria cocina el
pavo relleno. Joe y Astra hacen los postres (el pumpkin pie y el pecan pie) y
también la lasaña. Yo no sé hacer nada. Just show up, me dicen. Sólo ven. Me
siento inútil. Cuando no hay libros de por medio, estoy perdido.
En la cena me
dejan trinchar el pavo. Como en las películas. Está también David, un amigo de
Joe, y Mel, amiga de Maria. Y después llegan Craig y Jessica. Es todo una
especie de performance de alegría. Una acción de gracias. La performance consiste también en intentar comerlo todo sin vomitar. Un exceso detrás de otro.
La noche es
extraña. Jugamos al Scrabble. Por supuesto, pierdo. Vemos varias películas. Y
seguimos comiendo. Hay algo de concurso en todo esto. Quién come más, quién
bebe más, quién aguanta más. La idea era estar hasta las tantas de las
madrugada y agotar las reservas de alcohol. Pero a las once ya no puedo más y a
las doce estoy en la cama.
El viernes
intento leer algo, pero apenas puedo. Sigo sin tener la cabeza en condiciones.
El sábado es el cumpleaños de Francisco. Conozco al resto de la gente de
Romance Studies y hablamos en español. A la una cierra todo y ya no hay más
sitios adonde ir.
Durante la semana
leo La exforma, el último libro de
Nicolas Bourriaud. Está lleno de banalidades, aunque siempre apunta alguna idea
interesante. Después, disfruto durante varios días de Últimas noticias de la escritura. El libro de Chejfec es brillante.
Subrayo hasta los números de página.
El jueves tengo la
última clase de inglés. Me dan el diploma. No he aprendido nada. absolutamente
nada. Pero pone Cornell University en grande y queda bien en la foto.
Asisto a la fiesta
de Historia del Arte en la casa de Annetta. Hasta el momento no he conocido a
nadie del departamento. Allí me encuentro, sin embargo, muy a gusto. Y pienso
que realmente no he dejado nunca de ser historiador. Aunque siempre me presento
de la misma manera: historiador del arte… y también escritor. Por alguna razón
me da vergüenza decirlo, pero siempre lo dejo caer.
Leo en varios
días los relatos de Francisco Díaz Klaassen. Cuando
éramos jóvenes. Me gustan. Y me contagia de nuevo el virus del cuento. Me surgen
algunas ideas y medio esbozo un par de cuentos. Quizá tendría que volver en
algún momento a las formas breves.
El sábado es la
fiesta de Romance Studies. Yo ya tengo la cabeza puesta en el viaje a España. Paso
la mañana haciendo gifs en el ordenador y mirando periódicos. No encuentro reseñas
de la novela. Es como una búsqueda frustrada.
La fiesta es en
el Big Red Barn. El dj pincha salsa. Al final consigo bailar. Después, vamos al
Lot 10, y acabamos en la casa de Christina bailando bajito. Vamos perdiendo
efectivos. Nos quedamos unos pocos y cerramos la noche en casa de Katryn. Unas tostadas
y unos dumpings nos salvan la vida.
Al irnos de allí,
Valeria me dice que hay un piano en el sótano, que la habitación está
insonorizada y que podríamos tocarlo. Yo no me lo pienso. Tocamos a cuatro
manos. Improvisamos. Recuerdo la novela. Una y otra vez.
Hay algo extraño
en El instante de peligro. Una
especie de vórtice que comunica la ficción con la realidad y que hace que las
cosas sucedan de modo siniestro. Mi vida se convierte en una especie de
reverberación de la novela. A veces me da miedo. Otras, sin embargo, pienso que
en el fondo yo soy el mismo autor. El de la novela y el de la vida. O que la
vida es una extensión de la novela. Y que inconscientemente busco revivir lo
que he escrito. Escribirlo a través de la experiencia. Como si en el fondo
supiera que la ficción y la realidad son la misma cosa, y que los tiempos –los
de la novela y los de la vida– también retornan, se retuercen y se dan la
vuelta. Una y otra vez.
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