Lugares oscuros
[Publicado en La Opinión, 13/06/15]
En La literatura y el
mal observaba Georges Bataille que una de las funciones de la escritura es
mostrar nuestro lado oscuro y constituirse como espacio de entrada y salida a
ese lugar de sombra que no podemos controlar, el lugar en el que los miedos y
los deseos nos poseen y se pone en riesgo la estabilidad del individuo. Toda la
obra de Bataille, en realidad, fue una búsqueda de esos abismos que nos
desestructuran y rompen la ilusión de identidades perfectas y seguras sobre las
que se funda nuestra civilización. La escritura de Luisgé Martín, desde sus inicios, se ha
adentrado de lleno en esos espacios lóbregos de la subjetividad, bordeando sus
límites más peligrosos y situándose en un terreno incómodo, difícil y tremendamente
arriesgado. Un terreno que convierte su literatura en una batalla contra lo
establecido, en una lucha sin cuartel por mostrar la manera en la que arden y
explotan los deseos oscuros que nos queman por dentro.
Su última novela, La
vida equivocada, supone un peldaño más en el proceso de bajada al sótano de
la perversión de su edificio narrativo. Un edificio que inició con un
fascinante libro de relatos, Los oscuros,
y en el que destacan obras maestras absolutas como La mujer de sombra, una de las mejores novelas que he leído en los
últimos años. Una historia en la que Martín consigue poner al lector al otro
lado, haciéndolo experimentar en primera persona el vicio y la depravación. Ahora,
en La vida equivocada, de nuevo
sentimos en nuestra carne la cercanía del abismo, en este caso a través del proceso
de caída hasta la corrupción del alma y el cuerpo de Max Leopardi, amigo de
juventud del narrador, y también de Elías, el padre de Max, cuya historia nos
conduce a otro lugar aún más peligroso.
En el libro se dan cita todos los temas de la narrativa de
Luisgé: la perversión, la tensión entre lo bello y lo grotesco, la decadencia
del cuerpo, el amor… y sobre todo el deseo de lo prohibido. Ese deseo que tiene
que ser reprimido y que, por tanto, anula al sujeto. Admitir mi deseo oscuro y
poder ser yo; o reprimirlo y vivir eternamente siendo otro. Esa tensión es la
que articula la literatura de Luisgé Martín. Y la que aparece en los dos
protagonistas de La vida equivocada.
Una novela en la que, una vez más, tenemos la oportunidad de deleitarnos con la
capacidad narrativa del autor. Porque más allá de experimentar ese discurso de
sombra, cuando uno lee a Luisgé tiene la impresión de encontrarse con un
contador de historias nato, sin duda uno de nuestros mejores narradores. En La vida equivocada esa capacidad
fabuladora es desplegada de modo magistral a través de las pequeñas historias,
novelas y cuentos que relatan los personajes o lee el supuesto narrador del
libro. Como Bolaño o Auster, Luisgé convierte la novela en un caleidoscopio de
historias posibles que casi podrían funcionar de modo independiente. Frente a
tantos escritores a los que les cuesta encontrar historias para contar, Luisgé
Martín es capaz de ofrecernos una en cada párrafo.
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