Presente continuo 31 enero - 6 febrero
[Diario personal publicado semanalmente en La Opinion de Murcia]
VIERNES 31
Dolor
continuo
Apenas has podido dormir. El dolor de cuello te está matando. Como puedes,
te recompones y vas a clase. Filosofía. La clase introductoria: ¿por qué no gusta
el arte contemporáneo? Las cuestiones generales. Es la clase con la que más
disfrutas. Te gusta la indignación creciente cuando pones la Merda d’artista de Manzoni y otras obras
que no se ajustan a la noción previa que todos tienen de lo que es arte. Sabes
que poco a poco todas esas certezas irán derrumbándose. Es lo que más te
fascina de la profesión: suscitar preguntas. Más incluso que proporcionar
respuestas.
Cuando acaba la clase estás cansado. Y el dolor crece. Cada vez más. Incluso
tienes dificultades para regresar a casa en el coche.
A las cuatro y media vas a la quiropráctica. Con un movimiento seco y
brusco te suelta el cuello. Te asustas por el crujido. El dolor es tremendo.
Pero te dice que si no te lo hubiera soltado probablemente habrías tenido que
ir a urgencias. ¿Por qué el dolor?, preguntas. El estrés. No hay duda. Tensión
acumulada. Demasiado trabajo.
Sales de allí embadurnado de cremas y lleno de vendajes y agujas. Te
duele todo. Te pongas como te pongas. Aun así, mientras te dura el efecto del
analgésico, escribes el Presente continuo de la semana anterior. Lo acabas a
duras penas y sin poder revisar las erratas.
Dolorido, ves El lobo de Wall
Street. Te cansa. Tiene momentos muy buenos. Pero es todo excesivo. Tres
horas son demasiadas, sobre todo para tu cuerpo, que se va rebelando
progresivamente conforme avanza la película.
SÁBADO 1
No leer
No puedes leer, no puedes escribir. No sabes en qué emplear el tiempo. Te
das cuenta de que no sabrías cómo actuar si no pudieras hacer estas cosas. Lo
más importante de tu vida se reduce a estas dos acciones. Sin ellas, no sirves
para nada.
Por la tarde intentas escribir aunque sea un poco. Tienes la historia en
la cabeza, en la punta de los dedos. No es precisamente el momento para
desperdiciarla. Incluso piensas en dictar al ordenador, o grabar. Pero no
funciona. Para el ti el texto es texto, es visual. Y mucho más ahora que has
comenzado a escribir en el cuaderno. Necesitas la experiencia de materializar
el lenguaje en la página.
DOMINGO 2
Cartografía de la precariedad
El dolor se
convierte en el centro de todo. Recuerdas un libro que leíste hace mucho
tiempo, Davalú o el dolor. Era el
diario de Rafael Argullol sobre una enfermedad dolorosa. Lo que se te quedó
grabado del libro era la sensación del dolor como una especie de invasor que se
apropia del cuerpo y te convierte en un esclavo.
Sólo hay un
momento día en el que puedes leer, justo después de que los analgésicos y
relajantes musculares te hagan efecto. Venciendo la somnolencia, te tumbas de
lado en el sofá, pones el libro sobre algunos cojines para no forzar el cuello
y logras una posición de lectura relativamente confortable. Es de esta manera
como consigues terminar La trabajadora,
la última novela de Elvira Navarro. Precisamente la enfermedad –la psíquica y
la social– está presente en el libro. Tiene momentos fascinantes. Te gusta
sobre todo el juego con la escritura del final. Y también algo que Elvira
Navarro hace como muy pocos escritores en España, el trabajo con las emociones como
si fueran elementos físicos. Emociones corporalizadas. Eso es lo que más te
gustó de su primer libro, La ciudad en
invierno, que aún te sigue pareciendo un gran hallazgo. Y eso es lo que más
te interesa de este: la potencia para transmitir emociones que pesan. Los
cuerpos de sus personajes son de carne; sudan cuando se mueven, huelen, se
cansan…, pesan. Es un cuerpo –físico y psíquico– real, precario. Y esto último
es en el fondo la idea central y más potente de todo el libro, que podría
leerse casi como una cartografía de la precariedad –en todos los sentidos–: la
precariedad laboral, sentimental, física… Es curioso que los mapas-collage que
hace Susana –una de las protagonistas del libro– sean precisamente cartografías
precarias, inestables, inciertas, como lo que ocurre en cierto modo con el
individuo contemporáneo, que ha perdido pie, que su equilibrio ilusorio está
siempre a punto de desvanecerse.
LUNES 3
Mejor
Esta mañana
amaneces mejor. Mucho mejor. Aunque no has dormido bien y aún te duele todo,
puedes escribir. Así que te sientas y te pones frente al cuaderno. La historia
está fluyendo. Es como escribir una gran carta continua. Cuando te das cuenta
llevas casi cien páginas en el cuaderno. Esta vez, por supuesto, cada quince
minutos te levantas y haces estiramientos para no forzar la máquina.
Por la tarde, vas
a la quiropráctica. Te vuelve a dar una paliza. Y acaba con un masaje
relajante. Regresas a casa con sueño y lleno de ungüentos. Rápidamente te vas a
la cama.
MARTES 4
Performance fúnebre
Dos horas de
clase para explicar las fuerzas que están debajo del problema de las
vanguardias y las neovanguardias en la modernidad. Te salen dos horas excesivamente
teóricas. Lo intuyes al ver las caras de incertidumbre de tus alumnos.
Por la tarde, vas
al entierro del tío de R. Era mayor. Aunque nunca nadie es mayor para morir.
Siempre hay vida por delante. Mientras el cura habla te das cuenta de que
cualquiera lo haría mejor. Algún día te gustaría hablar aquí sobre ese tono
infantiloide que tienen muchos sermones y sobre cómo se trata a los fieles como
si fueran niños pequeños faltos de entendimiento.
Vas después al
cementerio. Lo entierran en una tumba. El ataúd tiene que ser descendido con la
ayuda de dos operarios. Qué diferente es esta acción de la que se realiza
cuando el entierro es en un nicho. No puedes evitar recordar el entierro de tu
padre y luego el de tu madre. El sepulturero levantando la pequeña pared de
ladrillo que separa para siempre el cadáver del mundo de los vivos. Es uno de
los sonidos que más se te han clavado en el alma: la paleta y el yeso. Tiempo
detenido. Silencio absoluto. Todos mirando la acción como si se tratase de una
performance. La albañilería de la muerte.
Por la noche, te
quedas escribiendo hasta muy tarde. Consigues terminar el cuaderno que habías
comenzado días atrás. Cuando lo cierras, 151 páginas, sientes una cierta
satisfacción. Sueles dejar a medio los cuadernos. Pero este lo rematas. Y llegas
al final de la segunda parte de la novela. Aún queda mucho. Es cierto. Sin
embargo, al volver a hojear el cuaderno y verlo lleno de letras y garabatos, te
das cuenta del tiempo y el esfuerzo que hay detrás. Esa es la energía para
seguir, la toma de conciencia de que, aunque falta bastante, hay un material
sobre el que ir construyendo el edificio.
MIÉRCOLES 5
Inquieto
El dolor va
remitiendo, aunque todavía te acompaña. Después de volver de clase consigues
acomodarte en el sofá y lees de un tirón Inquieto,
el extraño libro de Kenneth Goldsmith que acaba de publicar La uña rota. Es un
libro insólito, rarísimo, un experimento que está muy cerca de la performance y
el arte contemporáneo. El autor describe los movimientos de su cuerpo durante
una jornada, desde que se levanta hasta que se acuesta. Resulta al mismo tiempo
exasperante e hipnótico. “Traga. La mandíbula aprieta. Rechina. Se estira…”. Ése
es el tono. Te recuerda a Beckett y a ciertos experimentos de Perec, pero sobre
todo te lleva a la obra de los artistas fluxus. Es la toma de conciencia del
cuerpo a través de la escritura. Y especialmente la puesta en obra de la
frustración para llevar al lenguaje la pluralidad de esa experiencia. Cada mínimo
movimiento del cuerpo implica un sinfín de acciones de las que la escritura no
puede dar cuenta. Lo adviertes ahora más que nunca, cuando sabes por tu dolor
de cuello lo que supone mover la cabeza de un lado para otro y la cantidad de
movimientos que se encuentran agazapados detrás de un pequeño gesto.
JUEVES 6
Arte
El dolor es leve,
aunque continúa ahí, casi como un eco de lo que ha sido. Vas a clase y hablas
del arte conceptual. Constatas lo difícil y al mismo tiempo sugestivo que es
hablar de ciertas piezas artísticas.
Por la tarde,
presentas en Las Claras el libro de Enrique Mena sobre la pintura de paisaje
murciana en el arte del siglo XX. Es el resultado de su tesis doctoral, de la
que has sido director. Es un estudio que abre camino a las futuras
investigaciones en el arte regional. Una primera piedra de una historia que aún
está por edificar. Justo después,
asistes en Art Nueve a la inauguración de la exposición de Mark Hosking y
Lawrence Corby, dos artistas jóvenes ingleses que presentan unas reflexiones
sobre las posibilidades de la abstracción en la pintura y la escultura
contemporánea. Son obras sutiles, difíciles a primera vista, pero muy meditadas
y reflexivas. Después, sigues con ellos y otros artistas y amigos hasta bien tarde.
Hablas en inglés sobre arte y literatura. Al principio te cuesta, pero el vino
te suelta la lengua. Y disfrutas de la conversación. Aunque habrías querido
regresar antes a casa –al día siguiente tienes clase temprano–, al final
agradeces no haberlo hecho. La experiencia ha merecido la pena. Eso sí, intuyes
que mañana será un día largo.
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