Mis tres libros

Como no podría ser de otro modo, llega la hora de la listas de los mejores libros. Yo solo puedo hablar de lo que he leído. No puedo ser más subjetivo en esto. Y aunque son muchísimas cosa las que me han gustado y me han parecido interesantes, me quedo con tres. Lista corta. Tres librazos. Libros de esos que a uno le gustaría haber escrito. Libros que, sin embargo, tristemente, uno sabe que jamás tendrá la capacidad de escribir.


1. Aprender a rezar en la era de la técnica, de Gonçalo M. Tavares (Mondadori)




2. Medusa, de Ricardo Menéndez Salmón (Seix Barral)



3. Un buen chico, de Javier Gutiérrez (Mondadori)




Hay muchas más cosas que me han parecido muy buenas. He disfrutado con un sinfín de lecturas. Podría hacer una lista más larga. Pero si me pongo a pensar seriamente en los libros que me han marcado este año, creo que son estos tres. El libro de Tavares y el de Menéndez Salmón tienen mucho en común –siempre me ha parecido que estos dos escritores viven en mundos semejantes–: una escritura reflexiva, detenida, meditada, que requiere un tiempo de lectura diferente al de la rapidez de la vida cotidiana. Libros de esos en los que uno tiene que levantar la cabeza de vez en cuando para tomar aire, mirar al horizonte, tragar, digerir y seguir leyendo. Libros que trascienden con mucho el ámbito de la literatura y que proporcionan una experiencia de conocimiento del mundo. 

El libro de Javier Gutiérrez, a priori, parece en las antípodas de los dos anteriores. Un tono diferente, frenético, desordenado, no lineal, fragmentario. Un mundo más cercano y cotidiano. Y sin embargo, logra traquetearte, inquietarte, removerte por dentro. Muy pocos son los escritores que tienen esa capacidad. Y muchos menos los que son capaces de hacer que la experiencia de la lectura trascienda el libro, y que cuando uno termine de leer, aún siga temblando. Y que, al día siguiente, el mal cuerpo no se haya ido del todo. 

Este traspasar las fronteras espaciales y temporales del libro, esta vocación de permanencia y transformación de la experiencia es lo que tienen en común estos tres libros. Lo que yo entiendo por gran literatura –o al menos la literatura con la que más disfruto– tiene que tener esa cualidad: la presencia de una especie de puño invisible que salga del libro y te golpee, y te deje heridas, y te joda el estómago, y te agarre las tripas por dentro, y te muerda el cerebro, y te punce la nuca. Y haga que esas sensaciones permanezcan y reverberen en el cuerpo cada vez que pienses en lo que has leído. Eso pasa con Aprender a rezar en la era de la técnica, con Medusa y con Un buen chico. Por eso no tengo duda alguna. Mis tres libros del año. 

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