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Apocalípticos y entregados

Uno de los problemas con los que nos tenemos que enfrentar constantemente los profesores de arte contemporáneo es el de la resistencia de los alumnos al arte contemporáneo. Todos los años, las mismas cuestiones: “eso no se entiende”, “eso lo hace un niño chico”, “pues yo lo miro y no me dice nada”, “qué poca vergüenza” o, directamente, “¿y si yo entonces me la saco aquí y digo que es arte, es arte?”. Se trata de una serie de mitos y lugares comunes en torno al arte contemporáneo que han calado tan fuerte en la sociedad que es casi imposible derribar.

Lo que les digo es siempre lo mismo: el arte –y no sólo el contemporáneo– es algo que no se aprecia sólo a través de la mirada, sino que requiere una lectura atenta y una puesta en contexto –teórico, histórico y artístico– de lo que se está viendo. Si no, no nos enteramos de la misa la mitad. Para ver hay que leer. Por supuesto, hay emociones o percepciones estéticas que pueden ser experimentadas sin esa mediación, pero son las menos, y seguir pensando, como muchos hacen, que el arte es una cosa que uno se pone delante de ella y comienza a gozar o a entender “inmediatamente”, es como pensar que alguien se deleitaría viendo un partido de fútbol solo observando gente correr de un lado para otro tras un balón, pero sin entender muy bien por qué lo hacen.

Lo curioso de todo es que, frente a los apocalípticos, que desconfían del arte contemporáneo y se resisten a él, están también los culturetas integrados, que se entregan ciegamente al arte a través de una especie de creencia según la cual lo que ven tiene que ser bueno porque es arte, así que no importa si lo comprenden o no. Estos se pasean por el museo o la galería –la feria o la bienal– con la mente abierta pero sin entender nada, aunque no les importa, porque ya han ido y han adquirido lo que Bourdieu llamó capital simbólico, es decir, una especie de diferencia cultural que los eleva del resto del pueblo y les concede una posición especial.

Tanto una como otra postura, la de los escépticos y la de los creyentes, están basadas en una confusión radical: que el arte entra por los ojos. Y es que, si bien es cierto que lo percibimos a través de la vista –eso no se puede negar–, como sugiere Antoni Muntadas, “la percepción requiere participación”, y esa participación del espectador no es otra cosa que una visión activa, interrogante, que pregunte a la obra por qué, para qué, desde dónde, por qué así, por qué aquí y por qué ahora.

[Publicado en La Razón, 10/02/12]

Comentarios

  1. Creo que a partir de ahora voy a comprar La Razón. Pero vamos, eso es como pedirles que lean a Panofsky y que se enteren de algo. Ahora bien, también hay que reconocer que no todo el arte contemporáneo participa de un concetto. Una cosa es reducir la pintura al principio veneciano como Kandinsky, y otra, colocar huevos sobre el capó de un coche. Saludos.

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  2. Creo que es precisamente ese capital simbólico lo que produce rechazo, la gente no puede disfrutar de lo que está viendo sin preguntarse por qué ese artista está valorado por encima de los demás y por qué esa obra vale x millones.

    Parte del problema es que vivimos en una sociedad eminentemente materialista y con un exceso de pensamiento práctico. ¿Y eso para que sirve? es lo que muchos se preguntan sin ser conscientes de que el arte no sirve inmediatamente para nada, y que en esa inutilidad radica su grandeza. Por esta misma razón están desapareciendo las carreras de letras, la sociedad no ve su "utilidad" inmediata.

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  3. Normalmente me gusta lo que escribes, pero hoy ha sido especialmente estimulante. Has dicho lo que necesitaban leer estos ojos que se inician en el difícil camino de la estética (sí, esa que va más allá de hacer las uñas y la permanente).
    Abrazo

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  4. Estimado Vincent Diable: lo de la Razón se agradece, aunque tampoco es necesario. A veces se puede sorprender uno de lo que te dejan escribir en los medios.
    Por supuesto, no todo el arte es igual, pero para entender eso ya es necesario un conocimiento adquirido que no es natural y para el que es necesario cierto esfuerzo por nuestra parte.

    Observador: es cierto que el propio arte, en sí, rompe la visión materialista del mundo al no tener –aparentemente– una finalidad práctica. Aunque se ha convertido en industria cultural y en entretenimiento. Es complejo todo, la verdad. Pero no está de más plantearse las preguntas.

    Y malahierba: me alegro de que te parezca interesante la reflexión. Como digo, se trata de hacer preguntas y no tragárselo todo tal y como sale del tarro.

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  5. Me quedo con el concepto de "culturetas integrados" y lo del capital simbólico que este próximo fin de semana veremos en ARCO hasta cansarnos y salir de allí fastidiados, además, si el arte no "sirve" para nada ¿que es ARCO?

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