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La cuarta ficción

Todavía sigo impactado por La cuarta fase, la película sobre las supuestas abducciones que tuvieron lugar en Nome, un pequeño pueblo de Alaska, entre 1960 y 2004. Confieso que la película logró manipularme. Las imágenes "reales" intercaladas con las de la dramatización llegaron a perturbarme tremendamente. Sólo después, investigando un poquito por la red me he quedado mucho más tranquilo al enterarme de que todo es un gran fake. Que se trata de una construcción a la manera de Paranormal Activity, que la Doctora Abigail Tyler no existe, que nadie sabe de dónde salen esas imágenes documentales o que ni siquiera el pueblo de la película es el Nome real en el que ocurren los hechos.

Más allá de las cuestiones de contenido (las abducciones extraterrestres, los visitantes de dormitorio... problemas que mejor debería analizar Iker Jiménez), lo que me ha parecido realmente interesante (e indignante) es el modo en el que la película utiliza las nociones de realidad y ficción, articulando un discurso en el que la dramatización es anclada constatemente con alusiones a las grabaciones de cámaras de vigilancia o imágenes domésticas de las supuestas sesiones de regresión hipnótica.

La película me ha hecho pensar bastante sobre el papel que hoy en día tienen esas imágenes reales frente a las imágenes que, por "definición", son irreales o simuladas. Vivimos en la era de la imagen digital y la alta definición. Y parece que esa definición, esa claridad absoluta de la imagen, la aleja de la realidad. Son, sin embargo, las imágenes precarias, desdefinidas, las que hoy se encuentran "cerca de la verdad". Lo ha señalado Andrés Hispano en un magnífico texto dedicado a las imágenes de la violencia ("Guerra a la vista", en Política y (po)ética de las imágenes de guerra, Paidós, 2007): parece que sólo creemos las imágenes que apenas tienen calidad. La desdefinición, la precariedad es sinónimo de verdad. En la era de la imagen hipertecnologizada, las imágenes que creemos son las que provienen del ámbito más bajo. Son las imágenes de las cámaras de vigilancia, las de los teléfonos móviles, las de nuestros vídeos domésticos... las que rigen el criterio de verdad. Es como si la verdad de la imagen se hallase en el ámbito precario de lo doméstico frente a las imágenes falsas del espectáculo.

Quizá en otro momento encuentre el tiempo y el ánimo para analizar esto con detenimiento, pero, por adelantar algo, es posible encontar algunas características comunes a este tipo de imágenes-relidad que luego son simuladas y utilizadas por las imágenes-ficción.

En primer lugar, estas imágenes hacen alarde de su precariedad, exhibiendo su indefinición. El pixelado en el caso de las imágenes digitales, o la interferencia en el caso de las imágenes magnéticas (y lo mismo sirve para el sonido), aparece siempre como un rasgo de distinción frente a las imágenes de alta definición. Un grado de diferenciación que busca ser el criterio de verdad. Es como el grano de la fotografía, un signo del contacto real de la luz. La obscenidad del píxel o la pulsión de la interferencia aquí son los lugares por los que supuestamente entra lo real.

Sucede algo semejante con el enfoque. Un rasgo esencial de estas imágenes es su lateralidad. Son imágenes que nunca muestran lo real de frente. De esa manera, haciendo alarde de lo inesperado y la sorpresa, muestran el acontecimiento sólo desde un ángulo, enfatizando la subjetividad (perversa, porque se pretende objetiva) de la visión. Son imágenes donde lo real aparece siempre saliendo de escena. Nunca todo se ve a la perfección. Hay siempre un misterio, un no-visto, que caracteriza a estas imágenes. Y ese no-visto, esa imposibilidad, ese manierismo del punto ciego, del ángulo muerto, es lo que las "acerca" a la verdad frente a las imágenes definidas que nos ofrecen el acontecimiento desde todos los ángulos posibles, rompiendo cualquier posibilidad de oscuridad en la imagen.

Otra última característica de este tipo de imágenes es su temporalidad, su fugacidad. Son imágenes-tiempo, imágenes siempre de corta duración. Para ser verdad, para aparentar estar cerca de lo real, la imagen siempre tiene que ser momentánea. Fugaz, como una mirada. Debe romper el continuum de la imagen-espectáculo. Debe ser como un parpadeo. Cuando se muestra demasiado, deja de tener sentido.

Estas características de la imagen precaria que la convierten en el lugar de la verdad, han hecho que las pantallas comiencen a utilizarlas de modo perverso para fingir el efecto real, tanto en el ámbito de la información, como en el del entretenimiento, donde la estética de la imagen-realidad ha dado productos como El proyecto de la bruja de Blair, Rec, Monstruoso o, más recientemente, Paranormal Activity, películas todas en las que, aparte de ese uso perverso de la imagen, hay una pulsión visual inquietante. Pase lo que pase, la cámara debe seguir grabando. Incluso en peligro de muerte, el sujeto debe enfocar la realidad. Es la era del enfoque perpetuo. La grabación infinita.

La cuarta fase
representa un paso más en este tipo de estrategias. En la película se produce un más que interesante juego de imágenes, una combinación de documentos “reales” (es decir, de imágenes precarias) e imágenes-ficción (es decir, imágenes postproducidas). Una de las virtudes de la película es que esas imágenes precarias ocupan el lugar justo para no aparentar lo que no son. Son como anclajes de la imagen-ficción. Apoyaturas. Dan la verdad, o pretenden darla, pero no pueden aparecer demasiado en escena. De hecho, en alguna ocasión la imagen-real se muestra demasiado y comienza a perder fuerza real, comienza a estar contaminada por el régimen de ficción. Es lo que sucede, por ejemplo, con la entrevista a la Doctora Abigail Tyler, que es demasiado frontal, demasiado evidente, demasiado poco precaria para entrar en este régimen de verdad de la imagen.

De todos modos, lo verdaderamente interesante de la película es el trabajo con esos dos regímenes de la imagen: la indefinición y la alta definición, y, sobre todo, la toma de conciencia de que hoy, paradójicamente, el engaño y la manipulación ha de darse en el ámbito de lo precario. Si uno lo piensa bien, frente a la potencia tecnológica de Avatar y su régimen de asombro absoluto, la estrategia de La cuarta fase es mucho más sutil y perversa, una ficción autojustificada, una simulación construída sobre una simulación. O lo que es lo mismo, conceptualismo tautológico: imagen como verdad como verdad.

Comentarios

  1. Me fascinan estas bromas grandiosas. Es bueno que, de vez en cuando, alguien nos ponga en nuestro sitio

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  2. La pelicula de "la Cuarte fase" sigue un poco la estela de "REC" o "Monstruoso". Aunque estas dos peliculas se basan más en hacer que unas situaciones situación surrealistas (zombies o godzilla) se vuelvan una situación verosímil, más que hacer pensar que esa situación es una situación verídica.

    Sin embargo, "La caurta fase" se parece más a aquel falso documental de "Operación Luna", en el que se contaba las teorias y declaraciones de gente real (politicos, ex-agentes de la cia, cientificos, etc) que afirmaban que el viaje a la luna habia sido todo un montaje, relatado todo con una gran verosimilitud y con un estilo National Geographic de documental serio muy bien conseguido, realmente consigue convencerte de que el viaje fue un montaje.

    A mi parecer, la gran diferencia que hay entre una pelicula y la otra es que una dice ser un documental (aunque leugo resulte no serlo) y la otra dice que es una recreación documental (aunque luego resulte no ser así).

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  3. Totalmente de acuerdo con el artículo. Avatar, con su pulcritud, su 3d y sus efectos digitales super brillantes, definidos y "realistas" me supuso una tortura total, el aburriemiento más grande que he experimentado en un cine, también porque el guión es para ahorcarse. Sin embargo, quién no recuerda las imagenes defectuosas del video VHS de marras en The Ring (la japonesa. Películas como Moon, District 9, están demostrando que no es necesario esa exactitud, ese delpliegue de efectos multimillonario para contar una historia que te llegue (incluso como advierte Miguel Ángel, puede que sea contraproducente).

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  4. Muy interesante la disertación y aportaré -aunque tarde- un granito de arena...
    Acabo de ver la cuarta fase y la verdad es que salgo también un poco perturbado, y me quitas un peso de encima el saber que todo es una ficción (que no dudo que hay miles de personas que crean que han sido abducidas, pero tranquiliza el hecho que no hayan imágenes grabadas de este tipo de sucesos).
    Milla Jojovich por eso, impresionante. Me fascina su fotogenia frente a la cámara y como sabe meterse en los personajes de sus películas.
    Por otro lado, y lo que quería decir, es que una de las claves de este juego realidad y ficción está en el documental-película de Werner Herzog, Grizzly man, que recomiendo a quien le guste esta clase de "cine perturbador".
    En el documental de Herzog hace algo parecido que en la cuarta fase, y simula unas imágenes grabadas de unos hechos que sucedieron y lo graba a modo de documental de hechos pasados.
    La vuelta de tuerca de la realidad está más torsionada, porque allí si que "creo" que los hechos que narra Herzog están basados en unos hechos que sucedieron (al menos un documental de National Geographic que vi por otros medios hablaba del tema).
    Saludos y chao.
    V.

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