Bye-bye, Cendeac
Por si hay alguien que aún no se ha enterado: sí, hace unas semanas que dejé la dirección del Cendeac.
Como sabéis los asiduos del blog, el próximo semestre salgo para Williamstown a disfrutar de una beca de investigación en el Clark Art Institute, un remanso de paz y sabiduría. Por este motivo, he tenido que concentrar toda la docencia de la Universidad de Murcia en este cuatrimestre. Y esto, sumado a los compromisos varios de textos y conferencias, me ha dejado apenas sin tiempo para mi labor en el Cendeac, con lo que me he visto obligado a tomar la decisión incluso antes de lo que tenía previsto.
De todos modos, es algo que ya veía venir. Desde hace algún tiempo, sentía la necesidad de dejar la gestión para dedicarme en cuerpo y alma a la escritura, la investigación y la docencia. Es decir, a lo que me gusta de verdad. Y es que la gestión tiene su aquél, pero puede acabar mermando el lado creativo. En la vida hay momentos para todo. Durante un tiempo, uno tiene que tirar hacia delante e inventarse un espacio que no existe. Pero después, cuando eso ya funciona, o al menos ha funcionado aceptablemente (nadie es perfecto), es necesario dejar que lleguen los demás. Y que continúen, que cambien o que reinventen. Además, uno incluso llega a agotarse y quedarse sin ideas. Es necesario un tiempo para la renovación, para el barbecho, y en un futuro muy, muy lejano, Dios dirá.
Entre otras muchas cosas, durante todo este tiempo, he tenido la oportunidad de escuchar y conocer a las principales figuras de la historia del arte y el pensamiento de la contemporaneidad. También la oportunidad de contribuir a la edición de textos fundamentales de la crítica de arte en España y a la traducción de obras como las de Mieke Bal o Jonathan Crary, cuya lectura ahora, afortunadamente, comienzan a normalizarse en nuestra lengua. Ha sido todo un privilegio y una oportunidad. Esto creo que hay que reconocerlo. Eso sí, yo también he puesto todo lo que tenía. No diré que me he dejado la vida en ello, pero casi. Durante un tiempo, más que un trabajo ha sido una forma de vida. De todos modos, eso tampoco es tanto. Pienso que cualquiera en mi lugar habría hecho lo mismo.
Me da pena, por supuesto. Más de la que quizá os podáis imaginar. El Cendeac es para mí como un hijo. Pero uno tiene que hacer su vida y no puede vivir hipotecado por las instituciones. Seis años es mucho tiempo. Al menos para mí. Al menos ahora . Quizá después piense que seis años no es nada. Pero eso ya no importará. Porque ahora es demasiado. Y eso me basta.
Y luego, o antes, por supuesto, está el tiempo. El tiempo, la familia y la vida propia. Estar en casa, cenar en casa, sentarme en mi sofá, estar con mi mujer. Cosas que prácticamente había olvidado y que ahora pretendo recuperar. Se trata de "pasar a mejor vida". O, más aún, "pasar a vida".
Pero, en fin, no me quejo, porque han sido años estupendos. Aparte de lo académico, me llevo miles recuerdos e innumerables vivencias. Esto al final es lo que queda, amigos y experiencias. Por traer algo a la mente, aún se me eriza la nuca cuando recuerdo la presencia contundente de Marina Abramovic sobre la tarima de la sala de conferencias el día en que se inauguraba la sede actual del Cendeac. Mientras se proyectaba “The Biography”, en el momento en que la artista se despide de su pareja, Ulay, para siempre, Marina se levantó de la silla y, en la penumbra de la sala, se mimetizó con la imagen. Recuerdo con una emoción intensa cómo sus labios se movían mientras del vídeo emergía su voz grave e hipnótica que entonaba una letanía que aún resuena en mis oídos: “Bye-bye, Extremes. Bye-bye, Purity. Bye-bye, Togetherness. Bye-bye, Intensity. Bye-bye, Jealously. Bye-bye, Structure. Bye-bye, Tibetans. Bye-bye, Danger. Bye-bye, Unhappiness. Bye-bye, Solitude. Bye-bye, Tears. Bye-bye, Ulay.”
Años después, con algo menos de teatralidad, pero con una tristeza que tampoco puedo evitar, parece que ha llegado la hora de decir: “Bye-bye, Cendeac”.
Como sabéis los asiduos del blog, el próximo semestre salgo para Williamstown a disfrutar de una beca de investigación en el Clark Art Institute, un remanso de paz y sabiduría. Por este motivo, he tenido que concentrar toda la docencia de la Universidad de Murcia en este cuatrimestre. Y esto, sumado a los compromisos varios de textos y conferencias, me ha dejado apenas sin tiempo para mi labor en el Cendeac, con lo que me he visto obligado a tomar la decisión incluso antes de lo que tenía previsto.
Entre otras muchas cosas, durante todo este tiempo, he tenido la oportunidad de escuchar y conocer a las principales figuras de la historia del arte y el pensamiento de la contemporaneidad. También la oportunidad de contribuir a la edición de textos fundamentales de la crítica de arte en España y a la traducción de obras como las de Mieke Bal o Jonathan Crary, cuya lectura ahora, afortunadamente, comienzan a normalizarse en nuestra lengua.
Y luego, o antes, por supuesto, está el tiempo. El tiempo, la familia y la vida propia. Estar en casa, cenar en casa, sentarme en mi sofá, estar con mi mujer. Cosas que prácticamente había olvidado y que ahora pretendo recuperar. Se trata de "pasar a mejor vida". O, más aún, "pasar a vida".
La gestión, los números y el síndrome de Sir Kay, una vez más. Es mejor poner remedio a tiempo, sí
ResponderEliminarMiguel Angel, me da pena pensar que no vas a volver a sentarte esquinado en aquella silla en la que solías sentarte y pido desde hoy que al igual que algunos cracks del futbol hacen que determinado número de camiseta se retire por siempre de la circulación, esa silla quede dedicada a tí de por vida con una placa conmemorativa en agradecimiento por todo lo que has hecho por nosotros. Ha sido un placer tener la suerte de verte al frente del cendeac.Te agradezco tantos momentos emocionantes y tanta cosa buena como he podido escuchar ahí en esa sacrosanta casa. Un abrazo
ResponderEliminarJavier
Suerte en el cambio de aires.
ResponderEliminarÁnicmo Miguel Ángel y construye ese futuro lo mejor que puedas, que es evidente, puedes y mucho. Un abrazo.
ResponderEliminarMiguel Ángel,
ResponderEliminaryo he crecido y aprendido con el Cendeac y me da pena pensar que a partir de ahora no estarás.
Pero comienza una nueva era, ahora toca escribir!
un beso,
r
Sólo decirte que contar con tu amistad es algo que engrandece y dignifica...
ResponderEliminarEnhorabuena por la (merecidísima) beca, tío grande...
Mucho ánimo en tu "nueva" etapa. Es una decisión sabia, honesta y no muy habitual -desgraciadamente- en los tiempos que corren.
ResponderEliminarUn abrazo,
Triunfarás en tu nueva etapa como lo has hecho siempre. Y ahí quedan esos seis años de intenso trabajo y el inmenso orgullo de haber creado una institución de primerísimo nivel y re reconocidísimo prestigio internacional.
ResponderEliminarFuerte abrazo.
Te ha llegado la cordura.
ResponderEliminarElhombre es grande, pero abarca lo que abarca, no más
Te felicito.
emilio
Muchas gracias a todos por los comentarios y el apoyo. Es un placer sentirse arropado y querido. Gracias de verdad.
ResponderEliminarLos cambios siempre son buenos, y esa beca tiene muy buena pinta. Además, siempre he pensado que ese tipo de cargos, como director de... y esas cosas, siempre es mejor que sean algo temporal en la carrera de uno ya que el precio de la responsabilidad se paga con menos tiempo para tu propia vida. Mucha suerte.
ResponderEliminarmiguel ,te va a ir divino!!
ResponderEliminarestoy segura que el cendeac queda en buenas manos,asì son los "hijos" cuando unos los crìa libres.
un abrazo,àngela
Me da mucha pena que dejes el CENDEAC pero está claro que la vida pirata es la vida mejor y que a la familia no hay que descuidar bajo ningún otro asunto. Seguro que todo te irá muy bien.
ResponderEliminarUn saludo.