Ir al contenido principal

Contar historias (para salvar la vida)

Eduardo Halfon, El boxeador Polaco
Valencia, Pre-Textos, 2008. 112 páginas

Cuando hace unos años leí El ángel literario, novela semifinalista del premio Herralde, quedé fascinado por la escritura de Eduardo Halfon (1971), un narrador guatemalteco que conseguía llegar al corazón mismo de la escritura. Aquella obra me transmitía las mismas ganas de escribir que los libros de Paul Auster o Enrique Vila-Matas. Así que, desde entonces, he seguido su obra con atención. Y en ella he encontrado una voz personal, elegante e incisiva. Una voz que ha sabido fraguarse un lugar propio en el mundo de la literatura.

Desde una perspectiva que algunos llamarían meta-literaria, los libros de Halfon transmiten la pasión por la literatura y el oficio del escritor, pasión que, al mismo tiempo, nos conduce a la valoración y admiración de la vida. Y este es, en cierto modo, uno de los puntos centrales de la narrativa de Halfon, la cercanía y relación indispensable entre la literatura y la vida. Quizá por esa razón, sus libros siempre tiendan a adelgazar la frontera entre la realidad y la ficción, un límite que, en obras como las de este escritor, comienza a perder sustancia y llega incluso a la desaparición, hasta el punto de que nunca podamos saber a ciencia cierta lo que es real y lo que es ‘inventado’. Como la vida misma.

El boxeador polaco, el último libro del escritor, presenta seis cuentos que, sin embargo, responden a un espíritu de totalidad, casi como si se tratara de una novela. Hay un hilo común a todos ellos, la presencia de un trasfondo literario, pero también de una serie de historias y referencias comunes. Referencias que están armadas en torno al mismo personaje, Eduardo Halfon, un narrador que, de alguna manera, podemos identificar con el escritor, aunque no del todo. Entre el Eduardo Halfon que narra la historia y el que la escribe hay diferencias, pero tan sutiles y complejas que son difíciles de atisbar. El Halfon escritor juega y sabe construirse un Halfon de ficción que no es exactamente un alter ego, sino un personaje con mimbres reales que se desarrolla y evoluciona en la ficción. Se trata de una estrategia en la que el personaje se construye al mismo tiempo dentro y fuera del texto. Dentro, por medio de la acción, y fuera, a través de aquello que presuponemos. Y, lo más interesante, entre el dentro y el fuera hay lugares de colisión que no llegan a casar del todo. Son precisamente esos lugares de conflicto los que enriquecen y dan vida al narrador, cuya imagen no cesa de moverse en todo momento entre la realidad y la ficción. Y es precisamente el movimiento otro de los puntos centrales de la obra de Halfon. Una obra que parece estar construida toda ella sobre la idea de tránsito o movimiento. La mayoría de los personajes que aparecen en estos cuentos están en movimiento, no están en el lugar que debieran estar, no están en el hogar, están siempre ‘en distancia’, en un lugar (físico y mental) ‘lejano’, como reza el título del mejor relato del libro. Y esa idea de ‘extranjería’, casi diaspórica, de distancia, se percibe incluso en la voz del narrador, situada en un continuo viajar.

Halfon es un escritor Guatemalteco, pero es más bien un escritor internacional. Sus orígenes judíos le han proporcionado una educación que no está tan fuertemente arraigada a la tierra como la tradicional guatemalteca. Esto, unido al hecho de su educación anglófona en Estados Unidos, hace que nos encontremos ante una voz tremendamente compleja que transita en el quicio entre diversas culturas, lenguas y tradiciones. Y eso se nota en su obra. Se trata de un escritor que ha sabido crearse su propio canon, ajeno a modas y tradiciones. Precisamente por estar en ningún lugar, se ha hecho habitante de la literatura. O mejor, habitante de las historias. Porque en el fondo son las historias las que protagonizan su obra. En El Ángel literario, la novela que lo encumbró como un narrador indispensable, se preguntaba por qué las personas comienzan a escribir. Una respuesta posible es: porque tienen algo que contar. Porque tienen una historia. Y esa historia, como sucede en Las mil y una noches, es precisamente lo que nos permite vivir. Como sugiere Paul Auster en La invención de la soledad, escribir, pero también habitar el mundo, tiene que ver con contar historias, ‘contar historias para salvar la vida’. Al final, de eso se trata, de la vida y de las historias. De eso trata El boxeador polaco, de cómo la vida se convierte en historias, y cómo las historias permiten vivir la vida.

Comentarios

  1. Voy a hacerme con este libro y a leerlo. Ya te contaré.

    ResponderEliminar
  2. ¿Cuál de los dos libros recomendarías para hacer una primera lectura del autor?
    Un saludo y gracias por la reseña.

    ResponderEliminar
  3. Si tuviera que recomendar dos cosas, no dudaría: "El ángel literario", y "De cabo roto". Para mí son sus mejores obras.
    Espero que disfrutéis de la lectura.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario