Una voz y nada más
A las seis de la mañana salgo para Barcelona. Liber, la feria internacional del libro. Esta vez sólo serán tres días los que esté fuera de casa. Y hablando de días, ya son prácticamente cuatro los que tengo el móvil apagado. Les pido disculpas a todos los que esperen mi llamada o quieran localizarme por teléfono. Creo que he desarrollado una patología extrema ante la voz telefónica. De tanto usar el móvil he llegado a un momento de saturación que me hace odiar todo lo relacionado con el teléfono. Hablar por teléfono, que en otra época fue la cosa más reconfortante, cada vez más se está convirtiendo en un suplicio. Es como si una especie de fonofobia se hubiese apoderado de mí. Una fonofobia que hace que la voz de los otros, su timbre y su textura, se me haga incómoda al oído. Es el silencio lo que reconforta mi oído. El silencio o cierta música silente, como la de Satie. Lo demás me perturba tremendamente.
Son procesos, supongo. Mientras se me pasa, me deleito con el libro de Mladen Dolar, Una voz y nada más (Manantial), una de las más lúcidas aproximaciones a esa cosa extraña que sale de lo más oscuro de nuestro cuerpo, un resto, una excrecencia, un objeto siniestro.
Son procesos, supongo. Mientras se me pasa, me deleito con el libro de Mladen Dolar, Una voz y nada más (Manantial), una de las más lúcidas aproximaciones a esa cosa extraña que sale de lo más oscuro de nuestro cuerpo, un resto, una excrecencia, un objeto siniestro.
emm, fonofobia? si hubiera más gente telepática (como yo), pues eso que ahorraríamos...a parte de lo de la fonofobia creo que muchas personas hablan demasiado alto... porque hay que mantener una distancia o porque quieren escucharse asi mismos como desde lejos, sensación de autoafirmación...? ale, todos con una pizarrita al cuello... basta ya.
ResponderEliminarAlgo en su vida no es como esperaba, cada vez el tiempo pasa más rápido, las cosas desaparecen fácilmente ante sus ojos y ahora ha llegado la hora de seleccionar lo mejor, etc..
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